“Hay que cuidar que la cabeza no nos empiece a trabajar en contra”, dice Doña Jovita desde su casa en Traslasierra donde cumple con el asilamiento obligatorio. Es mayor de 60 por lo que es parte del grupo de riesgo que más debe cuidarse frente al avance del COVID-19. Sabe que la cuarentena puede ser tan enemiga como el virus: “Por eso busco que no me arrinconen las penas. Me muevo. Ocupo las manos limpiando, hilando, trajinando con las plantas y las gallinas. No hay que estarse quieta, siempre hay algo para ir haciendo”, aconseja.
Tecnología mediante, conversamos con ella sobre el impacto del coronavirus y qué aprendizajes quedarán luego del paso por el mundo. Con la sabiduría de su experiencia, deja abierta la esperanza a que la humanidad puede cambiar.
¿Durante la cuarentena, hizo algo diferente, algo que hacía mucho no hacía?
¡Claro! Me puse a agradecer sucesos de antes, los hechos ya vividos, que trabaje la memoria y que sepa dar gracias. Ahí encontré recursos que han servido para pasar tiempos bravos. Como la minga, que es una tarea de rigores compartidos para llegar a un bien común. Aunque ahorita mismo estamos en una minga, aunque no conozcamos la palabra, la estamos haciendo sin vernos sin tocarnos, solo con saber que nos cuidamos entre todos, cada cual desde su guarida.
También hallé en los recuerdos algún cuento perdido, un tango. Recordé recetas de comidas antiguas, cómo hacía la mazamorra mi agüela, nada de chatarra. Y todo eso lo he podiu compartir con gente querida.
¿Reflexionaste particularmente sobre alguna pregunta existencial?
¡Sí! Lo extraviados que andamos los bichos humanos al ir dejando sin vida a la Tierra… como si no juéramos Tierra también.
¿Qué características de la sociedad se evidenciaron con la cuarentena y la crisis del coronavirus?
Hacer rancho aparte, cultivando egoísmos. Se notó bien clarito que venimos con un envión goloso, mezquino, sin saber agradecer a la vida. Hay gente que la está pasando fiero, fulero, mal mal… Niños y viejos viviendo en la pior de las escases, algunos amontonados en una piecita…Nos tiene que doler.
¿Qué aprendizajes podríamos obtener de este momento?
Que cualquier cosa que hagamos si no sirve para compartir con los otros vivientes, no va a servir, es al vicio, no dará provecho y se ha de volver en contra también. Como este virus que nos está persiguiendo y nos convida a darnos cuenta de nuestra chiquitura.
Cuando digo los otros vivientes pueden ser gente, bichos, plantas, río, aire o monte… en la milonga de la vida estamos todos.
¿Qué deberíamos cambiar como humanidad?
Lo que más a mano tengo de la humanidad y del universo soy yo misma. Yo ya estoy empezando: estoy enamorada del aire, del río, del monte… Si llego a sentir que me falta el aire, voy a decir: “Me agarró el bicho”.
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