Para la oposición moderada de centro y también para la extrema, de derecha, el gobierno es autoritario, corrupto y sus recetas económicas son inviables porque no institucionaliza la transferencia de renta a los sectores concentrados del capital local y global, vía la apertura de la economía real y financiera, el ajuste del Estado y la flexibilización de las condiciones laborales. Ese discurso, que busca ser único, parece no tener fisuras. Sólo algunos sectores de la UCR, como los que representan su presidente, el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, o el médico Facundo Manes, agregan algunos matices a ese planteo, pero sin salirse del planteo central.
Suma, además, “voceros” (dirigentes) calificados que lo potencian y que acumulan para el bloque de centro-derecha, y a los que el contexto ayuda más o menos a crecer, ya sea si se ubican en los extremos o en el centro, el famoso “halcones” o “palomas”. Ejemplos a la derecha son Mauricio Macri, Javier Milei, Jose Luis Espert o Patricia Bullrich. Más al centro, Horacio Rodríguez Larreta, Facundo Manes, Gerardo Morales o María Eugenia Vidal.
Del lado del otro bloque socio-político, de centro-izquierda, que políticamente es conducido por el Frente de Todos (FdT), la alianza de los peronismos kirchnerista, albertista, de los gobernadores provinciales, de intendentes del Gran Buenos Aires, y del Frente Renovador de Sergio Massa no hay un relato. Existen varios intentos, que por ahora se muestran básicamente incompletos.
El relato puede definirse como el argumento que identifica, sostiene y le da trascendencia a un gobierno o a una fuerza política en él poder. El discurso en lo esencial es equivalente, pero no contiene la acción de la gestión. El relato es el que le da volumen argumental, identidad y proyección a un bloque político y económico en el poder. Sin esa construcción y esa expresión, no hay posibilidad de que los dirigentes y sectores que lo componen puedan acumular (sumar poder y referencia simbólica en la sociedad). Se puede afirmar, además, que sin discurso o relato –según corresponda- no hay éxito.
Muchos gobiernos, en este siglo, suele confundir gestión con relato. Entonces, se enfrascan en una maratón de anuncios, reuniones, fotos e inauguraciones sin cohesión argumental y estratégica. Algo de eso parece sucederle, en términos generales, al Gobierno nacional, al presidente Alberto Fernández y al conjunto del FdT. Para señalarlo de otro modo: la gestión apuntala al relato, pero sin él, es inocua.
Hay dos que intentan salir de ese marco. Uno es el kirchnerismo, el socio más activo de la coalición. Lo intenta a través de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y algunos referentes de ese espacio. Pero se manifiesta, sobre todo, a través de gestos, como desplantes o “teléfono descompuesto”; o de posicionamiento general, como el pedido de renuncia al ministro Martín Guzmán, que viene reclamando el ministro de Desarrollo Social de Buenos Aires, Andrés “Cuervo” Larroque. Parecen ser más movimientos de poder que de relato. Más táctica que estrategia. Dentro de ese modo, el relato puede inferirse, pero no está explicitado. Es como poner “cara de…”, pero no “ponerlo en palabras”. La cara se ve, pero no despliega una conversación o un debate. Y si no hay palabras, no hay argumento.
El otro, en el conglomerado oficialista, es el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. El economista neodesarrollista forma parte del armado albertista. Justamente, a partir del eje del desarrollo, basado en promover la industria, la minería y la explotación petrolera, entre otros ejes, ha logrado colar una idea de futuro para el país. Entre otras dificultades para no adquirir influencia decisiva, Kulfas viene de la economía, un territorio con bajo conocimiento popular; no es parte del establishment económico; y actúa en solitario.
A partir de la carencia de relato, el bloque opositor cosecha sin obstáculos el descontento que producen la crisis de ingresos y la inflación y las debilidades de una gestión inconexa, justamente porque no tiene relato al que aportar. Es como colocar un tanque de agua lleno encima de uno vacío. En algún momento, la estructura del tanque inferior va a ceder como consecuencia del peso del otro.
Hay un agravamiento de las consecuencias de este mal de origen: El gobierno no tiene voceros creíbles. Entonces, sin estrategia, sin relato (argumento, política) y sin voceros (dirigentes y ministros, etc.), son todos manotazos de un boxeador que ha sido golpeado en los dos ojos y tiene la visión nublada.
La capacidad del peronismo de sostener la gobernabilidad a partir del desarrollo territorial es insuficiente para superar la crisis económica y menos para afrontar con alguna capacidad de éxito el 2023. Sin estrategia, sin argumento y sin voceros que la sociedad considere creíbles, el gobierno y el FdT parecen transitar el camino a un desastre mayor que en 2021. Pese a ello, todavía, la coalición peronista tiene un margen razonable de tiempo para efectuar correcciones que le permitan cambiar esta realidad.
También es necesario considerar que el contexto de los acuerdos económicos con el FMI, la guerra en Ucrania y la ralentización del crecimiento económico en el mundo, no permite avizorar escenarios de certidumbre. Ni aquí ni en gran parte del planeta. Ello implica una aceleración de las diferencias y de las confrontaciones como consecuencia del debilitamiento de las economías y el poder. En la foto de estos meses, por lo tanto, no es posible observar caminos de encuentro, sino todo lo contrario. Los dos bloques de poder en disputa en Argentina tendrán que apelar, por lo tanto, a los liderazgos fuertes, ya sea para intentar el “asalto” al poder (Juntos por el Cambio o los Libertarios) o para evitarlo (el FdT).
Dante Panzeri decía que el fútbol se regía por la dinámica de lo impensado (el juego y el azar por sobre el orden de la lógica y el negocio del espectáculo). Extrapolando esa definición futbolera a la política y la economía, estamos viviendo una etapa condicionada por los factores y hechos no previstos.
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