La dramática situación sucedió en Córdoba. Tres trabajadores, de lo que fue la autopartista Plascar subieron al techo de la fábrica, en el parque industrial del barrio de Ferreyra, y amenazaron con tirarse al vacío si la Policía los desalojaba. Abajo miraban otros cuarenta y sus familias. La acción logró que, el juez el juez en lo Civil y Comercial, Saúl Silvestre, suspendiera la orden de desalojo por dos meses.
La ex Plascar fue tomada el 28 de agosto de 2017 por sus trabajadores, luego que su dueño Cristian Filipczak decidiera cerrarla sin pagar siquiera indemnización a sus más de 240 operarios. Con los meses, una parte de los obreros lograron conformar una cooperativa de trabajo. De 83 iniciales, ahora la integran medio centenar. A la situación particular de esta empresa, se le agrega para su puesta en marcha, la crisis del sector automotriz, con terminales paradas en todo el país.
“Después de dos años de lucha conseguimos proyectos, sanear la planta, reinstalamos la luz y estamos a punto de reinstalar el servicio del gas. Tenemos un proyecto de reciclado y tenemos la posibilidad de firmar un contrato con la gente de Aladio para pintar para ellos”, dijo Miguel Maldonado, el titular de la cooperativa.
Ayer, cuando la Guardia de Infantería se disponía a desalojar a los trabajadores, los legisladores provinciales de la izquierda, Ezequiel Peressini y Eduardo Salas, junto con la ex legisladora Liliana Olivero, se hicieron presentes en el lugar y trataron de evitar el operativo policial. Peressini dijo que “exigimos al gobierno que interceda, no puede haber ni una familia más en la calle. Son responsables también de la integridad física de los compañeros”. El legislador también reclamó que la Legislatura de Córdoba apruebe un proyecto de expropiación presentado por su bloque.
Los dueños de Plascar eran un grupo brasileño-estadounidense. Sin embargo, es un grupo que invertía fondos de pensión y capitales de inversionistas. En general, este tipo de fondos de inversión, se especializa en comprar barato, cerrar lo que pueda ser un obstáculo y valorizar con rapidez las unidades económicas adquiridas para re-venderlas, esta vez, a alto precio. El “leiv motiv” de su existencia es obtener grandes ganancias en poco tiempo, por eso jubilados y ahorristas de países ricos ponen la plata allí.
De cierta forma, el destino de Plascar parece haber estado marcado desde el principio por esta cuestión. La firma supo tener como principal accionista a Wilbur Ross, un administrador de fondos de pensión que creó en 2005 un proyecto autopartista dentro del denominado Grupo IAC. El corazón de negocios de Ross es invertir en procesos de reconstrucción de actividades, tanto en áreas industriales como bancos. Algo parecido a lo que supo hacer en los ’90 el Grupo Exxel. Por cierto, suele ser la cara más salvaje del capitalismo global.
La fábrica cordobesa se vino a pique por varios motivos, pero sobre todo porque primó la idea de que era un activo con escasas posibilidades de valorización financiera. Dentro de esa lógica, la transfirieron a un socio local sin capacidad económica suficiente: Cristian Filipczack. Una jugada que habría tenido el objetivo de acrecentar la ganancia, dejando de pagar indemnizaciones a los trabajadores y deudas a los acreedores de la compañía.
Plascar se había hecho cargo de la planta de Ferreyra en 2011 con el objetivo de proveer al modelo Palio de Fiat, y a los proyectos del Clio, Fluence y Kangoo de Renault. La fábrica cordobesa se dedicaba a la inyección y pintura de piezas como paragolpes y paneles de puertas, entre otras partes de automóviles.
Luego, el grupo IAC vendió en 2014 las plantas de Córdoba y Tortuguitas a Filipczack. ¿Por qué se fueron los propietarios originales? Las razones fueron dos:
-La caída del mercado brasileño, destino de un porcentaje importante de los vehículos argentinos;
-Y la falta de nuevos contratos de provisión, en el caso cordobés, para los modelos de Fiat y Renault que reemplazaron al Palio, Clio y Kangoo.
La realidad parece mostrar que no encajaban dentro del esquema de valorización financiera en el que operaban. Y se fueron sin decir adiós.
La cooperativa se propone reactivar la planta fabril, que se encuentra impecable, lista para comenzar la producción. Los operarios que la cuidan como si fuera un hijo o una hija, tienen el sueño de convertirla en la primera autopartista recuperada de Argentina.