El sociólogo y antropólogo Pablo Semán consideró que el progresismo, tanto sea analizado desde aspectos sociales como políticos, “tiene responsabilidad” en el arribo de Javier Milei a la presidencia hace poco más de dos meses tras ganar el balotaje de noviembre pasado. También apuntó que “Milei creó una dinámica de confrontación que tiene grandes probabilidades de superarlo. Si bien su balance de fuerza tal vez todavía sea positivo, creo generó muchos más enemigos que los que es recomendable tener” y consideró que “vamos hacia más fragmentación y conflicto.
“Hay una doble responsabilidad del progresismo. Una, la de dar motivos políticos para que crecieran ciertas reivindicaciones sociales, y otra, que no quiso ver que se venía” un presidente con las características políticas de Milei, evaluó Semán, investigador del Conicet y coordinador del libro “Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?”, publicado por Siglo Veintiuno Editores.
En el libro, Semán y otros otros cinco investigadores sociales destacaron que La Libertad Avanza (LLA) era considerado a comienzos de 2023 “por buena parte de los observadores” políticos “poco más que una curiosidad evanescente”, pero que casi un año después, respaldado por los votos, consiguió “un ascenso más abrupto” al poder, inclusive, que otros dirigentes con ideas de derecha que llegaron a la presidencia de sus países como Donald Trump, en los Estados Unidos, y Jair Bolsonaro, en Brasil.
Sin embargo, Semán, en una entrevista concedida a Télam, advirtió que en poco más de 60 días en el poder Milei “creó una dinámica de confrontación” que podría “superarlo”, porque “generó más enemigos que los que es recomendable tener” al frente de un país.
A partir del análisis hecho en el libro, ¿cómo analiza los primeros dos meses de gobierno de Milei
Imaginaba un gobierno de mucho ajuste, incluso de insistencia y anticipación represiva antes que de ajuste. Me parece que actúa con un nivel de aceleración y pasión personalista que le hace imposible articular políticamente.
A partir del ajuste, el Gobierno activó una base en contra que no es solo de la clase media, que se siente defraudada, de los sectores populares, que la pasan mal. Básicamente, el rechazo por el momento está en las provincias, inclusive en las que gobierna Juntos por el Cambio. Se activó una respuesta al ajuste muy rápida y fuerte, y eso fragilizó la potencia política del Gobierno.
El libro plantea que hasta hace poco tiempo, algo más de un año, Milei y La Libertad Avanza eran evaluados como un fenómeno “evanescente”. Sin embargo, su crecimiento en ese lapso fue tal que derrotó al peronismo en la última elección presidencial. ¿Cómo se explica o interpreta ese crecimiento?
El error de interpretación se encuentra en haber observado el fenómeno Milei de forma despreocupada o desatenta. Algo había cambiado mucho antes en la sociedad y la clase política estaba mirando cualquier cosa. La sociedad había ido acumulando problemas crecientes en su vínculo económico y hasta simbólico con el Estado. Hubo cada vez más contradicción entre la pretensión y la efectiva presencia del Estado en temas, por ejemplo, como la salud, la educación y la seguridad. También estuvo errado ese diagnóstico que decía que si la gente estaba disconforme, entonces iba a ir a buscar las soluciones en la izquierda política. A esa altura, la disconformidad social ya estaba articulada alrededor de un programa que beneficiaba a las posiciones de la derecha y lo mostraron las derrotas sufridas por el kirchnerismo en 2009 a manos de Francisco Narváez, en 2013, de Sergio Massa; en 2015, de Mauricio Macri; en 2017, de Esteban Bullrich; y, en 2019, cuando ganó las elecciones girando hacia el centro con Alberto Fernández como candidato. Era obvio que la sociedad estaba inclinada hacia la derecha. Por ese motivo era ingenuo plantearse si la disconformidad social podía salir en 2023 hacia otro lado que no fuera la derecha. La sociedad se volvió más a favor del mercado y más crítica del Estado. En ese contexto, se elaboró la afinidad con el concepto de libertad, que tiene un sentido económico y otro, político. Muchas personas sintieron al Estado como un obstructor, especialmente durante la pandemia de Covid-19, y lo descubrieron de la mano de los críticos del kirchnerismo. A mí no me asombra que la gente eligiera el valor de la libertad.
Durante su trayectoria académica abordó, entre otros temas, el lugar que ocupan las religiones en la vida cotidiana. El presidente Milei estuvo en los últimos días en Israel, donde acudió, entre otras actividades, al Muro de los Lamentos. Luego, viajó a Italia para mantener una audiencia con el papa Francisco y asistir a la beatificación de Mama Antula. Mientras tanto, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, firmó un convenio con la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina para asistir a comedores comunitarios. ¿Cómo analiza la relación que mantiene el Gobierno con las religiones?
El hecho de que se invoque a distintas religiones tiene que ver con que la sociedad pluralizó sus referencias religiosas, pero también con que la posición en las que se encuentran los agentes del Estado, es decir, el Presidente, es más débil. Las referencias religiosas también se vuelven importantes para construir la fuerza simbólica de un presidente, por eso acudir a lo religioso no me parece tan descabellado. Con relación a los credos evangélicos, se ve claramente que Milei apuesta a desplazar a los movimientos sociales de la delegación de la ayuda oficial. Tampoco quiso hacerlo con los intendentes porque consideró que era fortalecer demasiado al peronismo. Sin embargo, hay que dimensionar que la cantidad de iglesias evangélicas que se comprometen a través de este acuerdo con el Gobierno es mínima respecto de la estructura que debería estar envuelta en la ayuda social. El Estado viene actuando en áreas sociales con los evangélicos desde hace 30 años. El kirchnerismo, por ejemplo, nunca dejó de hacerlo, pero ahora aparece subrayado en la conciencia progresista que cree que tiene el monopolio de la descripción de la sociedad. El progresismo, que no pudo anticipar en lo más mínimo un resultado electoral, está compuesto por personas que reivindican la potencia de las ciencias sociales, pero que no saben en qué sociedad vive.
¿Hay una responsabilidad del progresismo en ese giro que la sociedad fue dando en los últimos años y terminó con la llegada de Milei a la presidencia?
Sí, pero creo que hay una doble responsabilidad. Una, la de dar motivos políticos para que crecieran ciertas reivindicaciones, y otra es que no quisieron verlo venir.
¿Por qué sería eso?
El progresismo llegó al poder, en parte, como una alternativa ante la implosión del orden social del menemismo. Entonces se encontró demasiado rápido con una responsabilidad muy grande y con pocas herramientas. Además, muchos de los que fueron progresistas en los 2000 habían sido menemistas en los 90′. Reapropiarse de un discurso crítico del neoliberalismo después de haber sido parte de él fue, entonces, un lenguaje que se aprendió a las apuradas. Esta inhabilidad que se fue configurando es muy particular del proceso político argentino.
¿En qué escenario se encuentra parada la dirigencia política frente al Gobierno?
Milei creó una dinámica de confrontación que tiene grandes probabilidades de superarlo. Si bien su balance de fuerza tal vez todavía sea positivo, creo generó muchos más enemigos que los que es recomendable tener. Se crearon más enfrentamientos y no surgieron soluciones, por lo que la sociedad argentina se volvió más fragmentaria. No importa si Milei estabiliza fuertemente su mandato y aspira, por ejemplo, a una reelección porque es independiente de eso. Yo veo que vamos hacia más fragmentación y conflicto.
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