El fútbol argentino está de luto. Luis Adolfo Galván, legendario defensor y campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978, falleció este lunes a los 77 años en la Clínica Reina Fabiola de Córdoba, víctima de una infección renal. Nacido el 24 de febrero de 1948 en Fernández, Santiago del Estero, Galván dejó un legado imborrable dentro y fuera de la cancha, marcado por su humildad, inteligencia y maestría como primer marcador central.

Sin ser imponente en lo físico –medía 1,68 metros–, Galván brilló en la final del Mundial ’78 contra Holanda, donde dio una cátedra de cómo defender con técnica, timing y anticipación. Complementando la potencia de Daniel Passarella, su actuación fue calificada con un 10 por El Gráfico, equiparándolo a las figuras de Mario Kempes y Ubaldo Fillol. Esa noche, la FIFA lo distinguió con el Premio Fair Play por su juego limpio y caballerosidad, un reflejo de su carácter.
Galván es sinónimo de Talleres de Córdoba, club donde jugó 503 partidos en dos ciclos (1970-1982 y 1988), convirtiéndose en el futbolista con más presencias en la historia de la institución. Junto a Pablo Comelles, Héctor Artico y Victorio Ocaño, formó una defensa icónica que marcó una era en el fútbol argentino. Su jerarquía lo llevó a la Selección en 1978, cuando César Luis Menotti lo convocó para ocupar el puesto de primer marcador central tras reubicar a Jorge Olguín como lateral. Galván no defraudó: fue titular indiscutido.
Además de Talleres, Galván jugó en Loma Negra (1983), Belgrano (1984) y Central Norte de Salta (1985). En la Selección, disputó 34 partidos, incluyendo el Mundial de 1982 en España. Tras su retiro en 1988, se dedicó a transmitir su experiencia como comentarista en medios cordobeses y como mentor en el predio Amadeo Nuccetelli de Talleres, donde enseñaba a los jóvenes el arte de defender con inteligencia y sin alardes.
SU LEGADO
Luis Galván no solo fue un defensor de elite, sino un símbolo de sencillez y profesionalismo. Nunca presumió de su gloria, pero su actuación en el Mundial ’78 sigue siendo una clase magistral de cómo jugar en una final del mundo. Su partida, la quinta de aquel plantel campeón tras Rubén Galván, Leopoldo Luque, René Houseman, y del técnico César Luis Menotti, deja un vacío en el fútbol argentino. Sin embargo, como dijo Daniel Valencia, su compañero en Talleres y la Selección, “allá donde vayas, seguirás enseñando”. Su manual de defensor, escrito con inteligencia, astucia y corazón, permanecerá para siempre.
LOS MENSAJES DE TALLERES Y SUS COMPAÑEROS
La noticia de su fallecimiento conmocionó al fútbol argentino. Talleres emitió un comunicado que lo despidió como “un emblema del club y un ejemplo de humildad, esfuerzo y amor por los colores”.
Daniel Valencia lo recordó con emoción: “Fue un maestro silencioso. Los diarios le pusieron un 10 en la final contra Holanda, pero para mí se quedaron cortos. ¡Qué privilegio haber jugado con vos, Luisito!”.
Ubaldo Fillol, arquero de aquel equipo campeón, expresó en su cuenta de X: “Nos dejó una de las grandes figuras de la primera estrella. Excelente defensor y mejor persona”.
Mario Kempes, por su parte, escribió en Instagram: “Su nombre quedará grabado para siempre en la memoria colectiva de todos los que vivimos esa inolvidable victoria. Fue un ser humano excepcional, su legado será eterno”.
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