Atónitos, sin reflejos, vimos en las pantallas y los periódicos cuando uno de los candidatos de la derecha hizo toda su campaña con una motosierra en las manos. La otra candidata, Bullrich, amenazaba con terminar con el kirchnerismo (obsesa con encarcelar a Cristina aunque no haya cometido ningún delito, terminar con los sindicatos, con los derechos laborales y sociales, rematar las empresas del Estado y volver a las AFJP). Símbolos evidentes, los de Milei, que significan “destrucción” y “muerte”, que alientan el fin del Estado presente y los de Bullrich la muerte civil del mayor movimiento nacional que heredó las consignas de Perón (cuando no la muerte física de sus integrantes). Una motosierra cuando podría haber sido un lanzallamas o una kalashnicov con dos o tres “cuernos de chivo” repletos de municiones, cualquiera de los tres símbolos inequívocos de una violencia que no repara en repudiar al Papa Francisco tanto como a la democracia como a la memoria colectiva de una sociedad que se salvará por esa consigna que ya tiene 40 años: Memoria, Verdad y justicia, un valor que ha reemplazado con creces la materia obligatoria que en el siglo pasado nos enseñaba los derechos y obligaciones que debíamos honrar y defender con la vida si fuese necesario: “educación cívica”, jamás reemplazada en la currícula. Ese vacío lo llenaron las Madres, Abuelas e Hijos, a quienes sin duda corresponde eternamente homenajear y también despedir a nuestra abuela cordobesa, nuestra querida Sonia Torres, que se nos fue el día anterior a las elecciones.
Ojo que éste no es el comienzo ni el fin de un clima de terror que intentarán implantar en lo sucesivo. Es heredero de todas las matanzas que se sucedieron desde que la consigna fue modernizar el país a cualquier costo y curioso o no, siempre aparecen los mismos apellidos. Supongamos que así como las izquierdas revolucionarias aceptaron integrarse a la vida democrática allá por los 80 pudiera suceder otro tanto con las derechas en todos sus matices, llámense “La libertad Avanza” o “Juntos por el Cambio” o lo que quede de ellos cuando salden sus cuentas internas y sobrevivan los menos dañados (nótese que no dije ni quise decir los más fuertes). Caso contrario (y felizmente así no habrá de suceder) avanzarían con la destrucción del Estado protector y con la vida democrática y las riquezas naturales sobre las que todo el mundo quiere abalanzarse. Empecemos por agradecer a la sensatez de un electorado que todavía tiene en sus manos la decisión final y la hará valer. Con sus marchas y contramarchas, sus indecisiones y padeciendo una crisis económica de la que no se tiene memoria en lo que va del siglo y a pesar de todo apostaron, no por “el mal menor” sino por el único plan de gobierno que plantea la solidaridad entre todos los argentinos como argumento para administrar un país enorme, entre los más grandes del mundo (3.761.274 km2 de los cuales 2.791.810 corresponden a la parte continental, 965.597 al continente antártico y 3.867 km2 a las islas australes y la plataforma submarina (12 millas marinas) que no siempre figuran en los mapas oficiales). EE.UU tiene 9.826.675 Km², Rusia 17.075.400 km2, India 3.287.260 Km2, Brasil 8.511.965 km2.
Curiosamente el único candidato que se refirió a la defensa de la soberanía fue Sergio Massa, de manera un tanto elusiva, ya que solo habló de agregar valor a las materias primas que se exporten y no de protegerlas legalmente del saqueo en la Constitución y las leyes que fuesen necesarias para asegurarnos que sigan siendo nuestras. Fue mucho más claro Kicilof al referirse expresamente a la soberanía sobre el río Paraná y la importancia del canal Magdalena para evitar que los 50 puertos privados que manejan la salida de los cereales y minerales al exterior sigan evadiendo el pago de impuestos y los peajes correspondientes, impuestos y tasas contra los que ya se quejaron Paraguay y Bolivia aduciendo que el Paraná es un río internacional. Y nadie habló, salvo que yo no lo haya escuchado, de afianzar nuestra soberanía en la Antártida, que está bajo la lupa de las grandes potencias que ya tienen los borradores del nuevo Tratado Antártico que deberán refrendar los países que lo suscriben. El Tratado fue firmado por los doce países que habían desarrollado actividades en el Continente Blanco durante el Año Geofísico Internacional (1957-58): Argentina, Nueva Zelandia, Australia, Noruega, Bélgica, Sudáfrica, Rusia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos.
Pero ya me estoy yendo del tema propuesto (la batalla entre la destrucción del país y el sostenimiento del Estado protector). ¡Es que son tantos los temas! Habernos ido al vestuario con el primer tiempo ganado no significa que ya está asegurado el triunfo, pero hagamos futurología y pensemos que sí. ¿Cuál es la tarea que nos queda para estos próximos dos años de gobierno popular? Es quizá el mayor trabajo cultural de todos los tiempos y vayan como ejemplo algunas tareas: Reinvindicar sin descanso la soberanía del mar y los ríos y de todos los territorios ocupados por potencias extranjeras, por ley, aprovechando la mayoría que podría lograr la UP en ambas cámaras; perseguir y encarcelar a todos los especuladores que se apoderan y destruyen la economía de nuestro país, con incautación de sus bienes, lo que implica cambiar el eje cultural de que los verdaderos ladrones peligrosos son ellos porque nos roban a todo el país con un simple pase mágico en un ordenador; reivindicar la solidaridad por encima de la competencia individual; reconocer definitivamente la propiedad de la tierra a las comunidades originarias y que administren también los recursos naturales que en ellas hubiere; reivindicar el valor de la paz por encima de la violencia institucional que proponen las derechas, como un valor por encima de todos los demás. Como dijo Rigoberta Menchú, “La paz no es sólo la ausencia de la guerra, mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo en paz”.
Por último, como aporte quizá insignificante, si solo la luz puede desalojar a las tinieblas cabe una reflexión que me da vueltas por la cabeza desde hace mucho tiempo. ¿Cómo hacer para que los delincuentes impunes que han gobernado el país y nos han endeudado y hablan como si los delincuentes fuésemos nosotros, los pobres, los desposeídos y los desclasados, cómo hacer digo para que tengan su merecido? Ya que parece imposible (aunque no lo es) encontrar el dinero oculto que tienen en las “cuevas” y en los paraísos fiscales, propongo que si alguno de ellos fuese declarado culpable de cometer delito contra el país sea condenado NO a la cárcel, donde seguramente gozará de los privilegios de sus lacayos, sino a prestar servicios sociales, a limpiar letrinas, a vivir en la más pobre de las villas y a comer lo que comen los pobres más pobres, hasta que confiesen voluntariamente el destino de esos bienes y puedan recuperarse en su totalidad. Es solo una reflexión, quizá podamos encontrar algo mejor.
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* Fernando López es escritor y abogado. Fue juez de instrucción y juez de control en la justicia provincial de San Francisco. Lleva publicadas varias novelas y desde 2014 organiza el Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial “Córdoba Mata”.
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