Luego de algo más de un año de encierro, Jorge “Gallo” Altamira, uno de los hombres más nombrados en el mundo del narcotráfico en Córdoba, dejará por unas horas su celda del Módulo MX2, donde se alojan los reincidentes en la cárcel de Bouwer.
Desde allí será llevado hasta Tribunales II, donde deberá repasar, en calidad de testigo, el momento más dramáticos y dolorosos que le ha tocado vivir en su vida: cuando vio cómo apuñalaban a su hijo, Diego Alberto Altamira, de 33 años, la tarde del 13 de abril de 2016.
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El juicio por el crimen del hijo de Altamira comenzó ayer en la Cámara 11 del Crimen. Los acusados de “homicidio agravado por el uso de arma de fuego” son Carlos Gustavo “Nego” Quiroga y su hijo, Maximiliano. El fiscal de Cámara es Diego Albornoz, mientras que Miguel Juárez Villanueva, el histórico abogado de Altamira, es el querellante.
Los Quiroga viven en Estados Unidos al 5600, en barrio Colonia Lona, a una cuadra y media de la casa de los Altamira. Además de ser vecinos, “Gallo” y “Nego” se conocían del mundo del hampa: Quiroga tiene un condena por tenencia simple de estupefacientes y habría trabajado para su vecino. Según declaró un testigo ayer, es el “armero” del barrio. Es quien provisiona los fierros o arregla cualquier pistola dañada. Además, Nego Quiroga es discapacitado: un balazo que rozó su médula espinal lo dejó en silla de ruedas hace algunos años.
Las cosas no quedaron nada bien en esa cuadra de barrio Colonia Lola. Luego de la muerte de Diego Altamira, una custodia policial se instaló de manera permanente en el lugar de los hechos porque las mujeres de la familia denunciaron amenazas”.
Como Quiroga no sale mucho de su casa, según consta en la causa, la tarde del 13 de abril de 2016 mandó a llamar Altamira para hablar en el porch de su hogar. Ciertas diferencias familiares (o de negocios, eso se verá en el juicio) los separaban y buscaban una tregua. En ese marco se dio la gresca en la que intervinieron los hijos de ambos y terminó con cuchilladas y balazos.
Ayer, la tensión entre las familias se trasladó al edificio de Tribunales II. Las cosas no quedaron nada bien en esa cuadra de barrio Colonia Lola. Luego de la muerte de Diego Altamira, una custodia policial se instaló de manera permanente en el lugar de los hechos porque las mujeres de la familia denunciaron amenazas.
¿TRASFONDO DE DROGAS?
Aunque la razón del juicio es un homicidio, en la causa hay al menos tres versiones de cuál fue el verdadero motivo que reunió a los jefes de las familias aquella tarde. Un testigo declaró en la instrucción que Altamira fue hasta la casa porque quería tentar Quiroga para que se incorpora nuevamente al negocio de las sustancias.
Otro aseguró que Maximiliano Quiroga hostigaba a la mujer de Diego Altamira.
La versión de Quiroga es diferente: en la fijación del hecho, se lee que Altamira fue convocado para hablar, “debido a un inconveniente previo que los Quiroga habrían tenido con su hijo”. Quiroga acusa a los hijas de Altamira de amenazarlos y hostigarlos. “Ese día yo estaba sentado en la puerta de mi casa y pasó Diego en una Amarok. Puteó y amenazó. Iba con la música a todo lo que daba. Después se fue”, dijo en su declaración.
Según la causa, mientras los jefes familiares hablaban, Maximiliano extrajo un cuchillo y le dio varias puñaladas a Diego, que se defendió con sus brazos. Tres de los puntazos cortaron el bicep y el tricep de Altamira, dañando su arteria humeral y un nervio”.
“Al ratito apareció en una moto negra y se puso a pelear” -dice Quiroga- con Juan, uno de sus hijos. En ese contexto, el hombre mandó a llamar a Altamira con una de sus hijas.
Según la causa, mientras los jefes familiares hablaban, Maximiliano extrajo un cuchillo y le dio varias puñaladas a Diego, que se defendió con sus brazos. Tres de los puntazos cortaron el bicep y el tricep de Altamira, dañando su arteria humeral y un nervio.
“Nego” Quiroga no se quedó mirando en su silla de rueda. Sacó un revólver calibre 22 apunto al chico: no dio en el blanco porque el propio “Gallo” Altamira golpeó la mano que empuñaba el revólver, haciendo que errara el tiro.
Según explicó el fiscal Diego Albornoz, Diego perdió mucha sangre porque en un primer momento decidieron llamar a un médico particular para que los atendiera de manera clandestina en el lugar. Buscaban evitar cualquier contacto con la ley. Finalmente, ante la demora, llevaron al herido al Sanatorio Parque de San Vicente.
Diego llegó al hospital en shock; los médicos optaron por amputarle el brazo y quedó conectado a un respirador artificial.
Esa misma noche, mientras su hijo agonizaba, “El Gallo” fue detenido en un control de rutina de la Policía Caminera en la ruta E-53. Llevaba consigo una pistola calibre 22 sin permiso y estaba borracho. Ese viernes, dos días después, se enteró desde la cárcel la peor noticia: su hijo había muerto.
EL PALMARÉS FAMILIAR
Al igual que su padre, Diego también tenía antecedentes. A fines de 2010, fue condenando a cuatro años de cárcel por venta al menudeo por el Tribunal Oral Federal Nº1. El 26 de abril de 2015 salió de la cárcel.
Altamira padre fue condenado en 2009 a seis años por comercialización y asociación ilícita. El juicio es recordado porque fue la primera y única vez que se condenó a integrantes de la banda por lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
En abril de 2016 ya llevaba varios años en libertad. Tres meses después del crimen de su hijo, la Fuerza Policial Antinarcótico cerró cuatro cuadras de barrio Colonia Lola, en las que funcionaban cinco puntos de venta presuntamente comandados por el “Gallo”. El hombre fue detenido junto a otras 12 personas y desde entonces espera ser juzgado nuevamente.
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