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Fabricio Oberto: “Sólo en el diccionario el éxito está antes que el trabajo”

Oberto y Brandolín, durante la entrevista en RadioLyf.

Oberto y Brandolín en los estudios de RadioLyF.

Dengue - La Pampa
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Eduardo Brandolín: —Hoy estamos con una estrella del básquetbol y del deporte reconocida internacionalmente. Sos el más famoso de Córdoba.

Fabricio Oberto: —No sé. De estrella a estrellados estamos ahí, a un paso.

Brandolín: —(Risas). Has tenido una actividad intensa en el básquet. Empezaste en Villa María en el club Florentino Ameghino. Cuando te conocí hicimos una charla en el auditorio del Sindicato y ahí contaste una anécdota que a mí me quedó siempre: jugabas en Ameghino y en un momento habías decidido dejar el básquet porque tenías que laburar, estudiar y aparte jugar al básquet.

Oberto: —Durante casi todo el secundario trabajé. Pasé desde vender pasta casa por casa a cobrar la radio de Las Varillas. Después trabajé en metalúrgica. Ya en cuarto año iba a la mañana al trabajo, a la tarde el colegio, salía y me iba a Villa María a entrenar. Llegaba a las siete de la tarde, casi horita y media de colectivo. Era un sacrificio. Aparte en quinto año tenés tus amigos y querés compartir los últimos años de secundario. Entonces me siento con mi viejo y le digo: “Che, me parece que el básquet es el que menos me da”, porque me daba la tercera parte de lo que yo cobraba con el trabajo a la mañana. Y por esas cosas de la vida de repente me subieron el sueldo. No dejé de jugar. Mi viejo me dijo: “Vos seguís sembrando y un día vas a cosechar”. Un año después estaba jugando en Atenas y tenía hasta mi propio auto.

El primero de mis ídolos fue Marcelo Milanesio. Sin duda uno de mis mentores para ver el básquet de la forma en que lo veo, de una manera de trabajar para el equipo: entender, analizar, ver qué le hace falta al juego.

Brandolín: —Atenas fue una parte importante de tu carrera; ahí estuviste con grandes.

Oberto: —El primero de mis ídolos fue Marcelo Milanesio. Con él me sacaba fotos cuando era mini-básquet y diez años después pasé a estar jugando con él, tener una amistad y compartir muchísimos momentos. Sin duda uno de mis mentores para ver el básquet de la forma en que lo veo, de una manera de trabajar para el equipo: entender, analizar, ver qué le hace falta al juego. Porque las dos horas de práctica en la que entrenas con el equipo son una cosa, pero lo que muchas veces hay que mostrarle a los chicos es todo lo que hacés fuera de esas horas. Después de la práctica nos apagaban la luz en el poli y nos decían: “Muchachos, se tienen que ir”.

Brandolín: —Tenemos un amigo en común, el “Negro” Vivas, que siempre me dice: “La gran diferencia se hace en el esfuerzo” y siempre te pone como ejemplo. “Fabricio siempre entrenaba los domingos”. Eso evidentemente hacía la diferencia.

Oberto: —La fórmula era sacar ventajas. Si el equipo entrenaba a las once, yo a las ocho y media ya estaba entrenando. Creo que es una suma. Hay un libro que se llama “Los fuera de serie” (“Outliers”) de Gladwell. Él dice que cuando uno llega a las diez mil horas de lo que sea se transforma en pro. Entonces vos imagínate, decís: “Quiero tocar el piano. Hay que llegar a diez mil horas”. Yo no me considero talentoso, sí virtuoso para trabajar.

Brandolín: —Después de tu paso en Atenas te fuiste a Grecia y después a España.

Oberto: —Estuve seis años en España. Por eso llego a la NBA con treinta años. Hasta que llegó Pablo Prigioni, que fue el rookie más viejo de la historia de la NBA, yo era el tercero y después me pasó a cuarto. Pero cuando llegué ya estaba casi hecho y derecho.

Brandolín: —Contame un poco las vivencias de la NBA.

Oberto: —Yo estuve en equipos muy buenos, pero cuando llegás a la NBA eso se supera con creces. Hay una estructura para que vos no te preocupes por nada. Por ahí hace mal porque estás en una burbuja. Hay jugadores que se retiran, de repente tienen que ir a un banco y dicen: “¿qué hago acá?”. La NBA te da esa exposición de ponerte en otro lado y uno le puede sacar mucho provecho.

En la NBA hay una estructura para que vos no te preocupes por nada. Por ahí hace mal porque estás en una burbuja.

Brandolín: —Cuando aparecés en la vida real, ¿cuál es el golpe o la sensación que te da?

Oberto: —Creo que ahí es donde viene lo de la cuna, de cómo te crían o enseñan, los ejemplos que uno puede absorber, incluso no sólo de la familia sino de gente con la que uno se rodea. No me genera ningún derecho que yo pueda tener un contrato o que pueda ser exitoso en lo que hago. Nunca tuve problemas en hacer una cola.

No me genera ningún derecho que yo pueda tener un contrato o que pueda ser exitoso en lo que hago. Nunca tuve problemas en hacer una cola.

Brandolín: —Cuando íbamos al gimnasio juntos, una vez estábamos sentados en la vereda, pasa una ambulancia con los alto parlantes y el tipo de la ambulancia grita: “¡Grande Fabricio!”. Después, en un viaje a Catamarca, todo el mundo se acercaba a sacarte una foto.

Oberto: —Pasa que los dos metros ocho no los escondes en ningún lado. Me paso de estar en Los Ángeles con mi hija y de repente siento a dos nenas que casi me seguían. Entonces paramos un poquito y comenzamos a escuchar que hacían, y una nena le decía a la otra: “No te vayas, mamá dijo que va al baño y que estemos cerca de este señor alto para encontrarnos” (risas) ¡Era un meeting point en vivo! Pero creo que a la altura tampoco la sufrí. Soy alto, si voy a un concierto sé a dónde pararme para no molestar, porque tampoco me voy a poner al medio.

Brandolín: —Hablando de conciertos, ¿cómo vas con la música?

Oberto: —Muy bien. Tengo que ver si hacemos algo acá en el auditorio. Acá en Luz y Fuerza hay mucha historia. Pasa que no sé si tenemos tantos familiares y amigos para que vengan. El último que hicimos la verdad estuvo muy bien y es algo que me genera casi la adrenalina de cuando iba a jugar.

Brandolín: —Estaría genial. ¿Te agarran nervios?

Oberto: —Es adrenalina. Creo que he encontrado una forma de expresar —hablando entre cantantes— muchas cosas que uno tiene. En el básquet vos tenés que esconder tus sentimientos: si me duele, yo no te puedo mostrar a vos debilidad en la cancha, porque sé que vas a tomar ventaja. Cuando voy a un escenario yo tengo que conectar, contarte una historia y que digas: “Ah, mirá vos”. Hay gente que viene y me dice: “Che, me emocioné con esta canción” y yo no lo puedo creer.

En el básquet vos tenés que esconder tus sentimientos: si me duele, yo no te puedo mostrar a vos debilidad en la cancha, porque sé que vas a tomar ventaja. Cuando voy a un escenario yo tengo que conectar, contarte una historia y que digas: “Ah, mirá vos”.

Brandolín: —¿Encontraste en la música tu complemento?

Oberto: —Tengo cuarenta y dos y hace dos años que me estoy expresando. Pero yo al final del día soy basquetbolista, soy un deportista que está metiéndose en otras cosas.

Brandolín: —Volviendo al básquet, ¿por qué volviste a Atenas? ¿Lo hiciste para devolver algo?

Oberto: —Era una situación complicada la de Atenas y creo que lo tomo de esa forma, que quise devolver. Si bien creo que cerré el paréntesis de mi parte de basquetbolista, no terminé de cerrar como quería el básquet, sino que me hubiera gustado salir campeón. No sé, el episodio de Marcelo Milanesio, que termina, ata las zapatillas, viene Oliver Stone y cierra con una película, es tremendo. En eso me quedé y lo padezco cada año que va pasando, porque esa vida no la tengo más, no está más. Incluso hoy juego muy poco al básquet. Sigo entrenando porque creo que es una forma de vida. Muchas de las cosas que tenemos te las sacás entrenando, te limpias la mente. Hoy tengo un proyecto de subir el Aconcagua. Todos me dicen: “Estás re loco. ¿A qué, para qué y con qué necesidad?”. El básquet me hubiera gustado terminarlo de otra manera. Sin duda que terminar jugando en Atenas me da, pero creo que tenía para más años. A veces uno tiene prioridades que a los veintidós años eran todo básquet y después cambian por la vida personal y las cosas que te va dando la vida. Uno toma decisiones. El problema de corazón a los treinta y cinco también me cambió. Si me pasaba a los veintidós seguro seguía jugando, pero en ese momento comencé a estudiar más cuánto arriesgaba. Cuando tenés una hija decís: “Está bien, en vez de veinticinco años de carrera tengo veinte”.

El básquet me hubiera gustado terminarlo de otra manera”.

Brandolín: —Hablamos mucho del esfuerzo, del laburo en equipo y justamente acá, donde estamos grabando el programa, tenemos 96 chicos que se están preparando para en el futuro ser quizás ser un poco mejor de lo que podrían haber sido en su pueblo. ¿Qué les dirías a esos chicos que seguramente te van a escuchar?

Eduardo Brandolín y Fabricio Oberto luego de la entrevista.

Oberto: —La frase que siempre uso es: “El único lugar en el que éxito está antes que trabajo es en el diccionario”. Para mí es como un lema de vida. Mañana me decís: “Vamos a jugar al básquet” y yo me voy a entrenar dos días antes. Creo que la mentalidad es que prueben cosas, que busquen algo diferente. Y que no vivimos solos en este mundo. Eso es lo que hay que recuperar y creo que esta generación es la que va hacer el cambio. No pierdo las esperanzas, también tengo una hija y veo cómo tratan al mundo.

Brandolín: —Cierre perfecto. Gracias Fabricio. Hasta el próximo programa.

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