La mayoría de los debates presidenciales de este siglo no definieron elecciones. No hubo ninguno como aquel entre Richard Nixon y John Fitzgerald Kennedy en 1960, que catapultó al demócrata rumbo a la presidencia de Estados Unidos a partir de su manejo de las cámaras de TV y su carisma, y lo convirtió también, en un ícono global.
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El cruce entre Mauricio Macri y Daniel Scioli tuvo menos glamour e hizo menos historia, pero promedió entre 14 y 15 puntos de rating en 2015. No hubo nocaut, pero el actual presidente se llevó el debate por puntos, mostrándose como un candidato más genuino que el entonces gobernador bonaerense y con gestos que le dieron, quizá por primera vez para el gran público, la altura de un posible presidente. No cometió errores, no titubeó, y estuvo rápido de reflejos frente a los embates del hombre elegido por CFK para sucederla, que, en cambio, no pudo encontrar un tono gestual, ni un relato acorde al desafío que se proponía, que era herir a Macri.
Debatir es una condición del sistema democrático. Sin discutir los puntos de vista, no hay acuerdos consensuados, necesarios para la toma de decisiones sustentables. Por lo tanto, el debate, más allá del resultado, es una puesta en escena de los protagonistas, sus ideas, sus propuestas y su capacidad de interactuar. Sin embargo, ese no es el único plano, ya que la sociedad tiene derecho a la información y a expresarse y para hacerlo necesita de de información y de opiniones. Aquí cabe hacer una salvedad: información no es lo mismo que publicidad, que es aquello que suele primar en las campañas electorales, sea por los medios tradicionales como los nuevos canales digitales, que son las redes sociales. Los nuevos entornos digitales, generan en la sociedad una ilusión de igualdad que no es tal, aunque permitan poner o sacar “al príncipe” con cierta inmediatez.
Tanto el gobernador Juan Schiaretti, como Martín Llaryora, candidatos a la reelección el primero y a intendente de la capital, el segundo, se han manifestado por no debatir con los otros competidores. Ayer, en una entrevista por Radio Mitre, Llaryora planteó sus razones para no debatir: “Es una decisión que tomamos con el equipo de campaña, de presentar las propuestas y no de hacer un show de agresiones y de insultos. Tenemos que presentar las ideas en los ámbitos que tenemos”.
Cuando el periodista le re-pregunto: –¿No sería bueno contrastar las propuestas cara a cara?, el candidato respondió: –“Lo bueno para los vecinos sería que, cuando entremos a la gestión, generemos un plan para hacer las obras; fui intendente, sé lo que hay que hacer y eso es lo bueno”.
Llaryora expone un argumento que prescinde justamente del debate y los sustituye por “el hacer” o por su término más común: gestionar. Se trata de un mensaje unidireccional, publicitario, sin interacción, y paternalista. Está en consonancia con las tendencias posmodernas de la sociedad líquida, sin compromisos legitimados por el encuentro cara a cara. La democracia y el debate son justamente lo contrario, sobre todo en términos simbólicos, ya que desde el punto de vista de la realidad, aparecen condicionantes. Pese a ello, implican la posibilidad de contrastar, de medir, de analizar, de merituar, de interpelar, de preguntar, de cuestionar, de opinar, de interceder, de oponer derechos, de poner a prueba. Por cierto, no se trata de un planteo exclusivo de Llaryora o Schiaretti.
Los debates implican la posibilidad de contrastar, de medir, de analizar, de merituar, de interpelar, de preguntar, de cuestionar, de opinar, de interceder, de oponer derechos, de poner a prueba.
En primer lugar, la mayoría de quiénes figuran al frente de las encuestas o presumen que pueden triunfar, evitan ponerse en riesgo en debates o entrevistas sin red. En segundo lugar, los límites de carácter, capacidad, inteligencia y conocimiento, son puestos a prueba tanto en debates como entrevistas.
Por poner un ejemplo alejado en términos ideológicos del diputado nacional que aspira a gobernar la capital cordobesa, se puede mencionar a Lula, el izquierdista ex presidente de Brasil, que dejó de dar entrevistas por consejo del publicista que también asesoró a José Manuel De la Sota: Joao Santana. La base argumental es similar a la de los debates: la entrevista es riesgosa porque, en general, el entrevistado es puesto a prueba, preguntado, contrastado, merituado, e interpelado.
Uno de los valores del debate pre-electoral de los candidatos es, justamente, ese, el poder probar los limites y las reacciones. La exigencia, el peligro, los miedos necesitan de situaciones cuasi-reales para que aparezcan las verdaderas caras, los gestos, el corazón de los protagonistas.
Uno de los valores del debate pre-electoral de los candidatos es, justamente, ese, el poder probar los limites y las reacciones. La exigencia, el peligro, los miedos necesitan de situaciones cuasi-reales para que aparezcan las verdaderas caras, los gestos, el corazón de los protagonistas. El debate pre-electoral se realiza a partir del cruce sobre los temas que preocupan a la sociedad y las propuestas para resolverlos. Que sean anodinos o excitantes, como siempre, depende de los actores.
A ello, se agrega otro factor, tanto o más importante que los anteriores: el dar a conocer las propuestas y asumir compromisos públicos frente a los ciudadanos. El debate obliga, sobre todo, a un compromiso con los electores. Pese a que nuestra cultura política no incluye el reclamo explícito respecto a los compromisos que asumen los candidatos y partidos, el debate es una ámbito propicio para el compromiso, para firmar el documento que marcará una gestión. Que no suceda, no significa que no deba ser.
ARGENTINA: LOS DEBATES PRESIDENCIALES SON OBLIGATORIOS POR LEY
Por contraposición a lo que sucede en Córdoba, en 2019 habrá elecciones presidenciales y, por primera vez en la historia argentina, serán obligatorios los debates entre candidatos. Esto ocurrirá porque el Congreso sancionó en 2016 la Ley 27337, que obliga a los postulantes a debatir en público antes de los comicios.
La norma, modificó el Código Nacional Electoral, y establece la “obligatoriedad de debates preelectorales públicos entre candidatos a Presidente de la Nación, con la finalidad de dar a conocer y debatir ante el electorado las plataformas electorales de los partidos, frentes o agrupaciones políticas”.
En las elecciones presidenciales de 2015 esta ley no estaba vigente, pero la iniciativa Argentina Debate, que coordinaba Hernán Charosky, actual subsecretario de Reforma Política y Asuntos Legislativo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, impulsó el debate entre candidatos. Antes de las elecciones generales, debatieron todos los candidatos (Mauricio Macri Sergio Massa, Margarita Stolbizer, Nicolás Del Caño y Adolfo Rodríguez Sáa) menos el postulante del Frente para la Victoria, Daniel Scioli.
En la previa del balotaje, Scioli cambió su postura y debatió con Macri.
La obligatoriedad que fija la nueva ley rige para todos los candidatos a presidente que superen el piso de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), es decir, que obtenga el 1,5% de los votos en agosto. Esto significa que no habrá debate obligatorio previo a las PASO.
La obligatoriedad que fija la nueva ley rige para todos los candidatos a presidente que superen el piso de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), es decir, que obtenga el 1,5% de los votos en agosto. Esto significa que no habrá debate obligatorio previo a las PASO.
La ley establece que deben realizarse dos debates, uno de ellos en el interior, y que serán “dentro de los 20 y hasta los siete días anteriores a la fecha de la elección” presidencial, es decir, entre el 7 y el 20 de octubre. En caso de haber balotaje, habrá un tercer debate en los diez días previos a esos comicios entre los dos candidatos que lleguen a esa instancia. En febrero de este año, la Cámara Nacional Electoral, a través de la Acordada Extraordinaria 7/2018, confirmó que los debates serán los domingos 13 y 20 de octubre, y en caso de haber balotaje, el debate entre los dos que lleguen a esta instancia se realizará el domingo 17 de noviembre.
¿Qué pasa si un candidato se niega a debatir? La ley determina que quien no acuda al debate pierde los espacios de publicidad audiovisual que otorga la Dirección Nacional Electoral a las distintas agrupaciones. Además, se estableció que durante el debate debe quedar vacío el espacio físico que le hubiera correspondido al candidato que se niegue a debatir, “a fin de denotar su ausencia”.
¿Qué temas se debatirán? La ley dice que la Cámara Nacional Electoral, que puede contar con asesoramiento de organizaciones de la sociedad civil, debe convocar a una audiencia con los candidatos para resolver los temas a tratar, el reglamento del debate y los moderadores. El evento será televisado tanto por las señales de radio y televisión públicas como por los canales y radios privadas que quieran sumarse gratuitamente a la transmisión.
VER UNO DE LOS DEBATES ENTRE DANIEL SCIOLI Y MAURICIO MACRI (2015).
Fuente: Chequeado.com
VER LEY 27337 (Debates electorales).
DATO 1
En América Latina, sólo cuatro países tienen ley de debate electoral: Colombia, Costa Rica, Brasil, y Argentina.
DATO 2
Hay varios tipos de debate, pero se destacan tres: “de atril”, “town hall”, y “cara a cara” o “debate de caballeros”.
El debate de atril es que el que se realizó en nuestro país entre Scioli y Macri. Allí, los candidatos debaten en un atril y son moderados por un tercero.
Los debates de tipo “town hall” son los norteamericanos, donde los candidatos se rodean de ciudadanos que les hacen preguntas. Es usual en este tipo de debate que los candidatos caminen por el recinto.
El debate “cara a cara” o “debate de caballeros”, se utiliza habitualmente en Francia. Aquí se ponen los candidatos frente a frente, sin mediaciones, y el debate es directo, entre ellos.
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