Todavía con estados sin hacer el “call to close”, este martes se llevaron a cabo las elecciones intermedias en Estados Unidos, probablemente las más relevantes de los últimos tiempos, tanto para la selección de los representantes distritales en el Congreso, como para el Senado y las gobernaciones. En una carrera sin precedentes, por el nivel de polarización y por los temas bien definidos que preocupan al electorado (inflación, aborto, violencia), las elecciones significaron, además, una especie de referéndum para un deteriorado Joe Biden, que en los últimos meses vio cómo su popularidad, ganada a partir de ser el hombre que logró destronar a Donald Trump, cayó en desgracia.
Así las cosas, se preveía una triunfo arrasador de los Republicanos, algo que finalmente no ocurrió. Con el control de la Cámara de Representantes y del Senado en juego, más un puñado de estados que también eligieron gobernador, el escenario de polarización que experimenta el país desde los años de Trump a esta parte se profundizó aún mas, aunque por primera vez desde 2015, cuando el magnate de los medios anunció su candidatura en Texas, emergen figuras que amenazan con suavizar esa foto partida de dos candidatos antagónicos: Trump y Biden.
Pasando en limpio, los números de la elección hasta el cierre de este artículo, reflejan escenarios de paridad sobre todo en el Senado, en donde los demócratas contaban 48 senadores frente a 47 del partido republicano, mientras que en la Cámara de Representantes había una leve ventaja a favor del GOP, lo que habla de lo ajustado de la carrera en detrimento de la proyección más temeraria, que era un triunfo aplastante del Partido Republicano. Con Estados que aún están contando los votos por correo (y es probable que lo hagan durante días), la balanza seguramente se inclinará levemente, según los primeros números de esos estados, a los republicanos, que podrían tomar -por poco- el control de ambas cámaras.
Volviendo a la lucha de nombres, de estas elecciones de medio término surge una lucha de fondo por el control de ambos partidos y aquí hay varias lecturas. Por el lado de los demócratas, la buena noticia “per se” es que la derrota -en el mejor de los casos sabe a un empate-, con carreras reñidas en todos los estados y algunas victorias resonantes, como la de John Fetterman (Senado) en Pensilvania, o la de los candidatos a gobernador en estados clave como Michigan, Wisconsin y la mismísima Pensilvania, un bastión de Trump en 2020. Además de la pérdida de escaños en ambas cámaras, el problema que dificultará aun mas la gobernabilidad a Biden surge del horizonte que tendrá que comenzar a trazar el partido el día después. La derrota digna, es un alivio para Biden, que verá con buenos ojos presentarse a una reelección, lo que pone en aprietos al partido y a un electorado cada vez más incómodo con los desvaríos propios del desgaste del presidente, que cumplirá 80 años. No hay figuras claras detrás de Biden que puedan hacerse cargo del mando.
La derrota digna, es un alivio para Biden, que verá con buenos ojos presentarse a una reelección, lo que pone en aprietos al partido y a un electorado cada vez más incómodo con los desvaríos propios del desgaste del presidente, que cumplirá 80 años. No hay figuras claras detrás de Biden que puedan hacerse cargo del mando.
Por el lado republicano, la victoria invita a la mesura, como declaró el propio Lindsey Graham, congresista y una de las figuras del partido: “No hubo marea roja”. Si bien ganaron carreras clave en el Senado como las de Ohio, en donde triunfó J.D Vance, el autor de Hillbily Elegy y hasta el momento lo mismo ocurría con Nevada, perdieron en Pensilvania y Arizona, dos estados clave que jugaron un papel trascendental en las elecciones de 2020.
En la Cámara de Representantes, el triunfo del GOP (Partido Republicano) fue un poco más claro, pero fueron los gobernadores quienes le aportaron a los republicanos el triunfo más contundente y de alguna manera salvaron la ropa puertas adentro del partido. Ron De Santis caminó seguro hacia la reelección en Florida al igual que Brian Kemp en Georgia, ganándole a la popular Stacey Abrams (el único estado en donde habrá segunda vuelta en la elección a senadores, ya que ninguno llega al 50%), mientras que Greg Abott derrotó a uno de los candidatos más populares de los últimos años del Partido Demócrata, Beto O’Rourke, mientras que Arkansas, la ex vocera de Trump, Sara Huckabee Sanders logró una victoria aplastante. En Nevada y Arizona la contienda era mucho más pareja, con el republicano Adam Laxalt liderando el conteo de votos en Nevada y Mark Kelly en Arizona, estados claves por el peso definitorio en el colegio electoral y por ser considerados swing states en las últimas elecciones. Por el lado de los demócratas, los gobernadores también le aportaron victorias que sirvieron para mantener el equilibrio de poder: ganaron en la mayoría de los estados del cinturón del óxido excepto en Ohio y se encaminaban a retener la mencionada Nevada con un reñido triunfo de Kattie Hobbs frente a una de las estrellas más prominentes del Partido Republicano y una peligrosa aliada de Trump y proveedora de teorías conspirativas, Kari Lake, quién anticipó que al estilo de su jefe político, no reconocería el resultado en caso de perder.
Fueron los gobernadores quienes le aportaron a los republicanos el triunfo más contundente y de alguna manera salvaron la ropa puertas adentro del partido.
¿Como luce el futuro de la política estadounidense? Es una gran incógnita que sin embargo comenzará un largo proceso donde despejará dudas camino a las presidenciales de 2024. El panorama entre los republicanos luce más compacto, con un candidato omnipresente como Donald Trump, que sigue acumulando músculo político y dos presidenciables emergentes, como Ron DeSantis y Brian Kemp. DeSantis, que expuso ciertas contradicciones en las políticas inmigratorias de gobernadores demócratas y le sumó un correcto manejo de la pandemia y una popularidad “in crescendo”, es quien se perfila con más chances de disputarle una candidatura segura a Donald Trump en las primarias, que por otra parte ya anunció que el próximo martes declamará sus intenciones de ser candidato. ¿Le alcanzará este escenario de polarización para volver a ganar las elecciones de 2024 o los emergentes del partido republicano, encabezados por DeSantis podrán disputarle esa candidatura? Si bien, el discurso extremista de Trump sigue cosechando niveles estables de adhesión en el electorado y en el partido republicano, son también cada vez más las figuras que prefieren volver a las raíces de la moderación y el establishment económico que caracterizó a los republicanos de la vieja escuela. Habrá que estar atentos a las figuras que irrumpen como sus laderos, sobre todo a la congresista por Georgia, Marjorie Taylor Green, una versión new age de Sarah Palin, que fue reelecta.
Si bien, el discurso extremista de Trump sigue cosechando niveles estables de adhesión en el electorado y en el partido republicano, son también cada vez más las figuras que prefieren volver a las raíces de la moderación.
En el Partido Demócrata, las intenciones de Biden parecen haberse salvaguardado gracias a estas elecciones en donde salió airoso, aunque se abren algunos dilemas. La falta de candidatos firmes en el partido (Gavin Newsom, que logró la reelección por California podría ser uno), más el aletargado recambio generacional (¿Tendrá el apoyo Alexandra Ocasio-Cortez?) y su liderazgo resquebrajado por la edad y los problemas de inflación que sufre el país ponen en duda su candidatura. ¿Podrá Biden sobrevivir en el gelatinoso escenario cada vez más condicionado por el gasto social y el contexto global, pero sobre todo frente a su propio partido que tanto en “on” como en “off” lo cuestiona cada vez más? ¿Surgirán nuevas figuras dentro de los demócratas capaces de traccionar votos y enfrentar a un Partido Republicano con sus problemas internos, pero cada vez más abroquelado en su intento de recuperar el poder?
Todos, son Interrogantes que comenzarán a responderse a partir de hoy mismo.
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