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Caso Jonathan: “Era un loco bueno que laburaba todo el día”, dijo el ex-patrón

Jonathan Centeno tenía 22 años y trabajaba de albañil. Lo detuvieron un sábado por la noche, y el lunes falleció en un móvil del SPC.

 

Jonathan Centeno tenía 22 años y trabajaba de albañil. Lo detuvieron un sábado por la noche, y el lunes falleció en un móvil del SPC.

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Todavía no pueden creer que “Yona” no esté entre ellos. Son sus compañeros de laburo y su patrón. Los muchachos con los que compartía largas jornadas al rayo del sol, trabajando para hacer el mango, de manera honesta, sin molestar a nadie.

Les resulta inexplicable la muerte de Jonathan Nicolás Centeno, el pibe con el que compartieron tantos asados de falda los días viernes, para cerrar la semana, repitiendo un rito casi sagrado en el gremio de los albañiles.

José Carranza es el que más lo lamenta. “Nada que ver, Yona no andaba en nada raro”, cuenta el hombre que hasta el 5 de febrero era el patrón de Yona. “Era un loco bueno, y le decíamos así. Una persona excelente, buen chico, laburante”, comentó en diálogo con ENREDACCIÓN.

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Centeno tenía 22 años. El sábado por la noche fue detenido en cercanías de su casa a pocas horas de haber regresado de trabajar. El domingo llegó a Bouwer con el cuerpo muy deteriorado por una andanada de golpes recibidos la noche anterior. El lunes por la mañana fue subido a un colectivo del SPC para llevarlo a Tribunales 2. Su maltrecho cuerpo no soportó las inhumanas temperaturas a bordo de un colectivo de chapa, al rayo del sol en el día más caluroso del año. Falleció al mediodía. Sus familiares y amigos no lo pueden creer.

La mayoría de los traslados desde Bouwer se realizan en móviles como éste, cuya parte posterior es una caja metálica, con bancos del mismo material y grilletes para encadenar a los “pasajeros”. La ventilación es mínima y por lo general está cerrada.

¿MERECER LA MUERTE?

En medio de la polémica por el policía Luis Chocobar que asesinó por la espalda y a gran distancia a un delincuente que huía, y que luego fue felicitado y respaldado por el gobierno de Macri, la noticia de la muerte de Yona y su inhumano contexto despertó consternación en muchas personas que leyeron el informe de este medio. Pero al mismo tiempo generó reacciones contrarias, cargando sobre la delincuencia urbana los grandes males de la sociedad, y haciéndolos merecedores de brutales tormentos como los que se llevaron la vida de este muchacho.

“Jonathan laburaba conmigo desde hace cuatro años. Yo era el patrón, pero más que nada era un amigo”, contó José Carranza, consternado aún por la terrible muerte.

Incluso algunos lectores llegaron a celebrar el terrible desenlace del joven albañil de barrio Comercial, por el simple hecho de haber sido un delincuente.

“Nada que ver. Era una persona excelente, laburante todo el día”, lo definió Carranza.

Precisamente, el día de la detención de Yona habían trabajado desde las 8 de la mañana en una obra de barrio Ituzaingó. “Él laburaba conmigo desde hace cuatro años. Yo era el patrón, pero más que nada un amigo”, contó el hombre, consternado aún por la terrible muerte.

Ese sábado por la tardecita lo acercó a Jonathan hasta su casa de calle Capilla del Monte 6150 en Barrio Comercial. Nada hacía presumir el desenlace.

Yona trabajaba junto a José, que a su vez era contratista de un estudio de arquitectura. De hecho el vínculo era muy estrecho, lo mismo que el flujo de trabajo, al punto que tanto Jonathan como su patrón José y el resto de la cuadrilla tenían vigente un seguro de vida contratado por el arquitecto que los empleaba. “Ahí tenés la demostración de que Yona era un tipo laburante, que no jodía a nadie y que no andaba en nada raro”, ratificó Carranza, agregando: “Tenemos los comprobantes” (como si fuera necesario comprobar algo…).

En esta cuadra de barrio Comercial vivía Jonathan. Allí protagonizó el episodio que derivó en su detención y luego su muerte.

“COMO PERDIDO”

Hacía algo más de tres años que Yona vivía en esa casa, junto a su padre Jesús Centeno y la mujer de éste. Su mamá había fallecido cinco años atrás.

Yona tenía dos hijos pequeñitos, pero estaba separado de la mamá de ambos.

“Estoy como en el aire, todavía no puedo creer lo que pasó con mi hijo”, le confesó a este medio el padre del muchacho. Conocido en el barrio como “El Riojano” Centeno, el hombre se excusó de dar mayores detalles sobre lo ocurrido. “Esto ya pasó, ya está perdido. Las cosas son así”, se resignó el hombre. “Le pido disculpas por no hablar más, pero ya no quiero saber más nada”, repitió.

Lo cierto es que mientras la fiscalía del Distrito 2 Turno 5 a cargo de Alfredo Villegas continúa investigando el caso, por el momento no hay precisión sobre lo que ocurrió en la noche del sábado. Hay vecinos que dicen que el muchacho sufrió algún tipo de ataque o alucinación, porque alrededor de las 21 salió de su vivienda a los gritos, pidiendo auxilio porque sentía que alguien lo quería matar.

“Estoy como en el aire, todavía no puedo creer lo que pasó con mi hijo”, le confesó a este medio el padre del muchacho. “Esto ya pasó, ya está perdido. Las cosas son así”, se resignó el hombre. 

“Estaba como perdido, nos dice la gente de la cuadra”, cuenta Valeria, quien se define como “hermana de crianza” del muchacho. “Salió a buscar ayuda desesperado y se metía en la casa de los vecinos. Se ve que estaba muy mal por algo”, contó la joven.

Lo cierto es que fueron los propios conocidos del muchacho los que llamaron a la policía, aparentemente para que lo contuvieran ante algo parecido a un desvarío.

“No sabemos qué le puede haber pasado. Te aseguro que él no tomaba drogas ni nada. Pero algo le pasó”, contó Valeria.

“Todavía no sabemos bien si se lo llevaron a la comisaría o a la UCA. Pero después cuando averiguamos nos dijeron que lo habían visto muy golpeado”, sostuvo Valeria, familiar de Jonathan.

Cuando llegó la policía, aparentemente el joven se quiso resistir a ser llevado. No hay testimonios concretos, aunque sí presunciones. Es probable que Yona haya golpeado a uno de los uniformados, quienes finalmente se lo llevaron.

“A él lo mataron a golpes. Primero lo agarraron los de la sexta y lo molieron. Casi muerto se lo llevaron, nos dicen los vecinos”, señaló la misma joven.

“Todavía no sabemos bien si se lo llevaron a la comisaría o a la UCA. Pero después cuando averiguamos nos dijeron que lo habían visto muy golpeado”, completó.

Su traslado a Bouwer, según lo que marcan los familiares fue al día siguiente. “Yo llamé el domingo a Bouwer y me confirmaron que lo habían entrado”, agregó Valeria, al señalar que es llamativo que lo hayan recibido en el SPC dado el estado en el que había ingresado.

La Justicia deberá dilucidar si efectivamente la causa de la muerte fue una descompostura por las inclementes temperaturas de la siesta del lunes, o bien si al ingresar a la órbita del Servicio Penitenciario ya venía maltrecho desde la dependencia de la Policía.

Marcas brutales en el cuerpo del muchacho detenido por resistencia a la autoridad el sábado 3 de febrero.

CREEN QUE FUE TORTURADO

Según reveló este sitio en su primer informe, acompañando fotos que lo documentaban, el cuerpo mostraba signos del encadenamiento, con pronunciados hematomas en tobillos y muñecas, algo que quedó asentado en la historia clínica archivada en el Hospital Municipal Príncipe de Asturias.

“No sabemos por qué estaba con la boca cosida. Él tenía una dentadura perfecta que cuidaba mucho. Es probable que en la comisaría le hayan volado los dientes”, comentó Valeria, familiar del muchacho.

Sin embargo, en una serie de fotos que aportaron los familiares, también se observan fuertes signos de malos tratos en el cuerpo de Centeno, lo que incluye notorias quemaduras en las yemas de los dedos de ambas manos, quemaduras en los labios, golpes y escoriaciones en orejas y rostro, quemaduras de cigarrillo en uno de los brazos y también en el rostro, quemaduras en la planta de uno de los pies, escoriaciones en los dedos de ambos pies, moretones en las pantorrillas, entre otros daños, que parecen incrementar aún más la crueldad que padeció este interno el día antes de morir.

De hecho, el cuerpo fue entregado a los familiares con la boca cosida (y no pegada como la suelen preparar los servicios funerarios). “No sabemos por qué. Él tenía una dentadura perfecta que cuidaba mucho. Es probable que en la comisaría le hayan volado los dientes”, comentó Valeria. A partir de la observación del cuerpo y de las fotos que registraron, ella y los familiares también tienen dudas por su ojo izquierdo.

Y por eso sospechan, con algún grado de fundamento, que la paliza recibida el día antes de morir “debe haber sido un infierno”.

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