Francisco “Pancho” Mignola sólo tenía puesto el boxer -ni pantalón, ni remera ni zapatillas- cuando un auto lo dejó en la puerta del hospital de La Falda. Era el mediodía del 26 de octubre de 2014. El chico de 19 años estaba inconsciente, un cóctel de marihuana, cocaína, popper y éxtasis hervía en su sangre. El auto que lo dejó -en el hospital donde horas después murió- era propiedad de uno de los organizadores de la fiesta electrónica organizada en la estancia El Silencio, en “Camino al Cuadrado”.
Ayer, casi tres años después, el Juzgado de Control de Jesús María, elevó a juicio la causa por homicidio culposo contra los organizadores, Ricardo Mariano Carballo (31) y César Augusto Lombardi Santa Ana (33). Ambos había presentando una apelación luego de que el fiscal de instrucción José Almeida firmó el pedido de elevación en agosto.
La fiesta se había promocionado por Facebook para el fin de semana del 25 y 26 de octubre de 2014. El fiscal sostuvo en su acusación que el lugar no estaba habilitado y no había dispuesto un servicio de emergencia ni un médico para hacer frente a este tipo de situaciones. Aseguró que los organizadores del evento dejaron que la víctima permaneciera en el lugar y en un estado de fuerte afectación por el consumo de drogas por el lapso de una hora y media, antes que fuera trasladado para recibir atención médica.
La fiesta se había promocionado por Facebook para el fin de semana del 25 y 26 de octubre de 2014. Estuvo allí una hora y media sin atención médica.
Francisco era oriundo de Villa María. Como no tenía identificación, mientras los médicos trabajaban para reanimarlo, el personal administrativo avisó a la Policía para intentar identificarlo. Recién el domingo 26 de octubre a las diez de la noche, un patrullero frenó en la casa de Noemí, su madre. Le informaron que “Pancho” había sufrido una descompensación, que se comunicara con la Policía de La Falda para más detalles. Minutos más tarde, el teléfono fijo sonó. Su cuñada, que estaba en la casa, levanto el teléfono. Le estaban avisando que Francisco había muerto.
Recién el lunes a la una y media de la tarde el cuerpo de Francisco llegó a Villa María. La ambulancia del hospital no funcionaba. Nunca recuperaron su billetera ni su celular.
Miguel Ortíz Pellegrini, abogado de la familia, dijo ayer a Radio Mitre que “fue una fiesta hecha en un lugar apartado, lejos de todos los controles”. Relacionó la muerte del joven con el “ansia de lucro desmedido y la venta de drogas” y manifestó que espera “meterlos presos” a los organizadores de la fiesta.
Fue una fiesta hecha en un lugar apartado, lejos de todos los controles” (Miguel Ortíz Pellegrini, abogado de la familia del joven).
La tarde antes de ir a la fiesta, Francisco estuvo nadando. Se preparaba para cruzar el lago de Villa Rumipal de lado a lado. El sábado 25, apenas terminó de entrenar, se compró un pantalón, una remera y se cortó el pelo. Con el mismo entusiasmo con que había practicado en el río Ctalamochita, preparó una mochila con otra muda de ropa y esperó a que sus amigos lo pasaran a buscar. A las siete y media de la tarde ya estaban rumbo a Córdoba. Llegaron al departamento de un amigo y a la noche fueron a ver al Dj italiano Joseph Capriati, que tocaba en Lokitas. Después, a un after en las sierras: la estancia El Silencio, que queda en la entrada al camino el cuadrado, entre árboles frondosos. El after que allí funcionaba se llamaba Amnesia. Francisco y sus amigos llegaron al lugar a las 8.30 de la mañana del domingo 26 de octubre.
Según contaron testigos a la revista digital Salida al Mar, Francisco estuvo convulsionando varias horas. Que no podían pararlo, que comía barro y le daban clonazepam. recién al mediodía, los subieron al auto de uno de los organizadores.
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