Los paros como las movilizaciones se miden por su volumen, no por sus intenciones. Y está claro que el segundo paro contra la política económica del gobierno nacional del libertario Javier Milei, este 9 de mayo, fue contundente, sobre todo en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. El gobierno intentó agitar el típico arsenal propagandístico de la derecha argentina contra las huelgas, pero quedó tan en ridículo como la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, al subir a un colectivo vacío y sin crédito en la tarjeta SUBE. Esa es otra particularidad de lo ocurrido este jueves: el relato tuitero del oficialismo no tuvo impacto, se diluyó por su ineficacia, y los trolls quedaron en soledad. El volumen del paro y la ineficacia tuitera son dos señales que parecen indicar que llegó el fin de la luna de miel del gobierno con una parte importante de la sociedad o que, al menos, se está en el comienzo de ese desenlace.
La resistencia social al ajuste que lleva adelante la administración libertaria sobre salarios, jubilaciones, educación y el Estado y las empresas públicas se manifestó con fuerza durante la jornada. Sin grandilocuencias, ni sobreactuaciones, pero con claridad. Si el mensaje era el paro, los trabajadores se expresaron.
Argentina atraviesa en apenas cinco meses de gobierno de la ultraderecha un verdadero infierno. Lo explicitó en cifras la CGT en su documento previo a la medida de fuerza: Un 31% de caída real de las partidas presupuestarias de jubilaciones y pensiones, un 87% en obras públicas, un 39% en subsidios al transporte, un 76% en transferencias a las provincias, un 18% en recorte a las universidades, y un 13% en programas sociales. Quedó en evidencia también con el tratamiento y debate de la Ley Bases, que permite privatizaciones, despidos, eliminación de dependencias y empresas públicas, muchas de ellas, admiradas por gran parte de los argentinos, como el Conicet, la CONAE o el sector nuclear.
Es probable que ese debate alrededor de la Ley Bases haya explicitado la voluntad del Ejecutivo de implantar un régimen neoliberal basado en una economía extractiva de recursos naturales (productos agrarios, petróleo, gas y minería), que sepulta a la industria y el llamado estado de bienestar, y eso haya despertado a una franja de la sociedad que todavía se mantenía expectante con el gobierno.
La magnitud del paro revela que algo se rompió en esa relación entre la sociedad y el gobierno nacional.
Un segundo elemento surge del volcán social que expresó la medida de fuerza de la CGT, la CTA Autónoma y la CTA de los Trabajadores: La adhesión demuestra que había necesidad de producir un llamado de atención al gobierno y, a la vez, alienta el desarrollo de una nueva agenda, más impregnada de lo social, del trabajo, los salarios, el valor de las jubilaciones, y de la defensa de la educación o la protección de las valiosas empresas públicas y organismos estatales argentinos.
El peronismo, un sector del radicalismo, los socialistas, la izquierda en sus distintas variantes, e incluso el sector moderado del mismo bloque no peronista, hoy totalmente volcado detrás de la revolución de derecha que lleva adelante el presidente Javier Milei, tienen la oportunidad de comenzar a elaborar y trabajar una salida diferente a esta política en particular y a los dramas del estancamiento que arrastra el país. El principio del final de la luna de miel o el final de la luna de miel no implican una situación destituyente, sino un posible escenario de reconfiguración de las políticas del gobierno o también de relanzamiento. Es obvio, con la demostración de este paro, que no se puede hacer una Argentina sin una de sus partes, esa tensión que produce el que se siente excluido de la mesa, es la que alienta esta reacción social. Ya no es una protesta solitaria, es importante, de magnitud y con una agenda contrapuesta al libreto neoliberal.
Con el paro, la CGT le ha dado volumen político a la demanda de modificar estas políticas. Una frase del camionero Pablo Moyano en la conferencia de prensa que la dirigencia obrera brindó al final de la jornada del jueves, indica cuál es el rol que imaginan jugar en las próximas semanas: “Si ellos ratifican este rumbo, nosotros ratificaremos el plan de lucha”. Es un planteo claro y reivindicativo.
Por si no quedaba claro, lo resaltó otro de los co-secretarios generales de la central obrera, Héctor Daer: “La contundencia del paro que vimos en el día de hoy demuestra que el Gobierno tiene que tomar nota y reconfigurar su política de ajuste. Su política está llevando a trabajadores y trabajadoras a extremos que difícilmente se puedan recuperar si estas políticas siguen adelante”.
La dirigencia sindical ha tenido reflejos para ponerse a la cabeza de la demanda social, pero también, ha demostrado capacidad para manejar los tiempos políticos. Las marchas del 24 de marzo (Derechos Humanos) y del 23 de abril (Educación y universidades) fueron creando un marco social y político de mayor densidad opositora frente a la agenda económica y social del gobierno. Un clima que se ha sido aprovechado por los sindicatos.
Se abre un espacio de tiempo y una dinámica que puede ser de mayor confrontación o también de algún tipo de acercamiento. Ahora, es el gobierno el que tiene la pelota. Este jueves lució desorientado porque es evidente que no había calculado adecuadamente el enojo social. No tiene un contexto fácil. Las medidas económicas del gobierno no han solucionado los problemas de la macroeconomía y se acumulan los problemas no resueltos y las tensiones. La inflación, la recesión, el tipo de cambio, la caída de los ingresos de la población, el precio de los servicios, empiezan a pasarle factura a Milei. Esa situación es la que acrecienta las posibilidades de la CGT y los sectores sociales agredidos por la política neoliberal de ponerle un freno a la revolución de derecha. Las fichas están arriba de la mesa.
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