
El fiscal Marcelo Hidaldo. (Archivo).


El modo en el que fue ejecutada Cinthia “Pitu” Alevi, de 23 años, vecina de barrio Residencial América, fue premeditado y organizado hasta en la distribución de roles. Así lo consideró la Cámara Cuarta del Crimen, integrada por jurados populares, que ayer condenó a prisión perpetua a los hermanos Janet Saba y Pablo Saba y a Pablo “Juanzón” Figueroa.
Fue la primera vez en la historia criminal de Córdoba que hubo una condena por un crimen agravado por “concurso premeditado por dos o más personas”. Hubo un cuarto acusado, Carlos “Plomete” Sánchez, que no llegó a juicio porque se ahorcó, estando prófugo de la Justicia, en Villa Allende.
El modo en el que llevaron adelante la ejecución parece digno de una trama mafiosa y, sin embargo, ocurrió en el contexto de un barrio humilde del oeste de Córdoba. En un primer momento se barajó la posibilidad de un móvil narco, versiones periodísticas sostuvieron que el crimen fue para quedarse con la propiedad de Alevi, para instalar allí un punto de venta de drogas. Pero en el juicio no se llegó a clarificar esa versión, más bien, todo el aparato montado para cometer el asesinato fue por “una bronca” de vecinos. El fiscal Marcelo Hidalgo sostuvo la acusación para que todos fueran considerados coautores y se les aplicará el inciso 6 del artículo 80 del Código Penal, que se encontraba “sin estrenar” en la Justicia local.
OPERATIVO TENAZA
El 15 de Junio de 2015 Janet Saba, de 29 años, se encontraba cumpliendo prisión domiciliaria a la espera de un juicio por el secuestro extorsivo del hijo de una “transa” del barrio. Pese a sus cuentas pendientes con la justicia, Saba no se privaba de salir a la calle. En los días previos, “Pitu” Alevi, definida por los testigos como una persona “pendenciera”, se había tomado a golpes en dos oportunidades con integrantes de la familia Saba.
El día de su muerte, la vieron discutiendo con dos de sus asesinos. De acuerdo con la acusación, a las 14, los cuatro acusados a bordo de dos motos fueron hasta la casa de Alevi, en la calle Aviador Valenti al 1000. Damian Saba y Carlos Sánchez, lo hicieron por la calle Namuncurá; Janet y Figueroa, por Necuñen.
La llegada fue en forma de operativo “tenaza”. Los hermanos Saba se quedaron montando guardia en las motos, cerrando el paso en cada una de las esquinas. Sus acompañantes, bajaron armados. Uno llevaba un revólver calibre 38, el otro una escopeta recortada.
“Pitu” los esperaba parada frente a su casa, acompañada de su pareja, Alberto “Coco” Núñez, y su hija de cinco años. Dentro de la casa, también estaba su padre. En el expediente queda detallada la marcha que realizan los asesinos: Carlos Sánchez muestra el arma, camina y se tropieza, sin caer al piso. Entonces, Figueroa muestra la suya, una escopeta recortada. Una vez cerca de la víctima, el que lleva el revólver tira al menos seis veces. Una sola de las balas dio en la nuca de la joven, que cayó desangrada.
Para el fiscal Marcelo Hidalgo, que tuvo que sostener la acusación y comprobar la premeditación y la distribución de roles, “el manejo de la situación por parte de los acusados, extremadamente violenta, fue impresionante”.
Durante el ataque, el padre de la víctima salió para interceder. Los Saba, desde la esquina, ordenaron matarlo también: “Pegale, pegale que ese es el padre”, dijo uno.
Luego de balear a Alevi, los cuatro huyeron en las motos.
TUFILLO NARCO
La versión de que el telón de fondo de tan sangrienta ejecución era la venta minorista de drogas se mantuvo durante todo el juicio. La víctima, “consumía sustancias”, según los investigadores. Y algunos testigos señalaron que Janet Saba se dedicaba a la venta de drogas. “Sin embargo, ese motivo no quedó claramente establecido”, sostiene Hidalgo.
Otro detalle que alimentaba el fantasma narco era la vinculación de Janet en el narcosecuestro, en barrio Las Violetas, de un joven de 18 años de apellido Basualdo. En noviembre de 2016, Janet Saba fue condenada por el Tribunal Oral Federal N°1 como partícipe secundaria del secuestro, junto con Rubén Carlos Minuet, Gustavo Leonardo Leguizamón, Sara Inés Patiño y Luciana Victoria Leguizamón.
Los Minuet, contaban con antecedentes por asaltos a familias vinculadas a la venta de sustancias. La víctima de secuestro pasó una noche en cautiverio, durante la cual fue golpeado, y rescatado recién tras el pago de una suma de dinero.
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