Al 31 de agosto, el Banco Central tenía reservas líquidas (o netas) para intervenir en el mercado cambiario de 5.455 millones de dólares, según la información estadística del BCRA.
Durante septiembre, vendió a un promedio de 101,5 millones de dólares por cada día hábil para contener el precio de la divisa, esto es una estimación en 11 días de 1.111 millones de dólares. El resultado, estimado, de la disponibilidad del BCRA sería entonces de 4.344 millones de dólares.
Si esa suma se divide por 101,5 millones, la entidad que conduce Miguel Pesce tendría poder de fuego en el mercado cambiario por apenas 43 días, esto es, apenas un mes y medio. Una de las razones del súper cepo hay que encontrarla allí, esto es, en la protección de los pocos dólares que quedan y que los que ingresen por vía de las operaciones de comercio exterior, no se vayan como una exhalación.
Otro de las explicaciones tiene que ver con que las presiones devaluatorias impactan en el índice de precios a los consumidores. La especulación del equipo económico es que reduciendo la adquisición de divisas, se reduzca la presión devaluatoria sobre el billete verde, al menos sobre el segmento oficial. Pese a ello, una minoría especuladora seguirá operando sobre el dólar blue.
Sin instrumentos financieros alternativos a la compra de dólares será difícil, en principio, que se acorte la brecha entre el dólar oficial y el no oficial. Está claro que no alcanza con buenas expectativas o “curas de palabra” para la estabilidad de la moneda estadounidense cuando existe un control cambiario como el cepo. En este último ítem hay una cuestión adicional que es la liquidación de dólares para pasar a estos potenciales nuevos instrumentos financieros. Si los hubiera, podría tener un doble efecto: dirigir parte del circulante de pesos disponible hacía allí y, a la par, atraer algunos dólares a las reservas liquidas.
A ello, hay que agregarle un tercer factor que es la necesidad del país de adquirir bienes y servicios para el funcionamiento del aparato industrial, el más demandante de moneda extranjera. Un 80% de las importaciones son bienes de capital (máquinas para producir bienes de consumo u otros bienes de capital), repuestos o partes, y bienes intermedios (por ejemplo, telas para producir indumentaria). Es decir, es una cuenta clave, dado que una restricción allí implica ahogar el consumo -motor de la economía argentina- o las exportaciones de autos –dependientes de bienes intermedios-.
Por cierto, no hay que confundir reservas internacionales con reservas netas o liquidas. Las primeras son la suma de todos los activos en poder del BCRA o del sistema bancario en moneda extranjera. Los segundos, son –a modo simplificado-, el efectivo disponible en las arcas del BCRA para intervenir en el mercado de divisas –compra y venta de dólares y otras monedas-.
Según la información del BCRA, los activos internacionales brutos de USD 42.842 millones al 31 de agosto de 2020, se les descuentan USD 18.938 millones correspondientes al swap de monedas con el Banco Popular de China (a 6,8644 yuanes por dólar el 31 de agosto), otros USD 452 millones por las Asignaciones DEG (Derechos Especiales de Giro del FMI, descontada la Contrapartida de Asignaciones de DEG); USD 3.159 millones por el préstamo del BIS (Banco Internacional de Pagos de Basilea, deducida la Contrapartida del Uso del Tramo de Reservas) y los encajes al sector privado por USD 10.925 millones (diferencia entre depósitos privados en efectivo en moneda extranjera por USD 17.160 millones y préstamos por USD 6.235 millones).
Las reservas netas de la entidad quedaron, según el balance consolidado, en unos 9.368 millones. Si además se le descuenta las tenencias de oro (USD 3.913 millones el 31 de agosto), los activos líquidos, y por lo tanto utilizables para intervenir directamente en el mercado, se reducían a fines de agosto a unos USD 5.455 millones.
Argentina obtiene los dólares de los que dispone a través de tres vías: sus exportaciones (de bienes y servicios); el mercado financiero local e internacional; y los activos de argentinos en el exterior y fuera del sistema financiero local.
El primero está supeditado al balance entre exportaciones e importaciones. Si bien, fruto de las devaluaciones del gobierno de Mauricio Macri en 2018 y 2019, la balanza comercial de bienes y productos pasó de deficitaria a superavitaria en ambos años, el país ha tenido dificultades para administrar la cuenta financiera.
En julio 2020, el superávit de la balanza comercial fue de 1476 millones de dólares y en los primeros siete meses de 9673 millones de la moneda estadounidense. Pese a ello, en los primeros siete meses del año, el país perdió casi USD 2 mil millones en reservas internacionales: USD 44.718 millones a diciembre de 2019 y USD 42.843 a agosto 2020. Esto sucede, porque las cuentas de servicios y rentas financieras son deficitarias, entre otros ítems.
Sobre el tercer punto, es obvio, que hasta tanto no haya acuerdo con el FMI, Argentina continuará sufriendo restricciones de acceso al crédito externo o tendrá que hacerlo con tasa de interés muy elevadas. Y sobre el cuarto ítem señalado, queda por ver el comportamiento del sector productivo, pero la señal de las multinacionales que salen del país por la dificultad de obtener dólares –caso Falabella, entre otras varias-, revelan que la mayor parte de los sectores del capital no está dispuesto a funcionar con un régimen populista y distribucionista.
Del lado positivo de la situación, aparece como central el acuerdo que redujo pagos de deuda pública a tenedores privados, lo que quita urgencia al Estado sobre la utilización de divisas durante 2020 y hasta 2024.
Hay otros factores estructurales que cargan el plato negativo de la balanza, como son la generación de dólares y la disponibilidad de estos por parte del Estado, al menos para permitir el desarrollo económico y reducir la desigualdad social. Cabe recordar, como ejemplo cercano, el ciclo de fuga de divisas durante el gobierno de Mauricio Macri, que llevó prácticamente a que la deuda tomada con el FMI (USD 44 mil millones) saliera por entero al exterior en manos de operadores financieros.
Es decir, que la estabilidad cambiaria no depende por entero de la cantidad de dólares que tenga en su poder el BCRA –aunque esta sea la foto final del desempeño de un país-, sino de un conjunto de situaciones.
Algunos de estos factores necesarios, son que Argentina debe sumar otras fuentes de exportaciones con valor agregado que suplementen las obtenidas por vía de los productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (MOA) –insuficientes para sostener los derechos y calidad de vida de la sociedad argentina y reducir la desigualdad-; debe mejorar el desempeño de sus cadenas de valor (por ejemplo, elevar el porcentaje de componentes locales en la producción automotriz, contrayendo la necesidad de piezas de origen extranjero); debe alterar la estructura de propiedad del capital productivo y financiero –las remesas de dólares al exterior de las transnacionales son uno de los rubros deficitarios-; debe controlar el flujo de capitales financieros especulativos; y debe conseguir que algunos de los rubros exportables permitan al Estado acumular divisas de manera directa –por ejemplo, a través de la minería o la energía, como hace Chile con el cobre-. Hasta que no haya modificaciones de este tipo, la debilidad del frente externo pondrá en jaque a la economía, la sociedad y el sistema político de modo recurrente.
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