Cuando la causa ESMA fue elevada a juicio, el hijo de Iris Nélida García Soler, nacido en julio de 1977 en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, figuraba en los expedientes como “N.N”. Tras dar a luz, Iris, hija de un coronel retirado del Ejército, fue desaparecida y su bebé pasó a formar parte de los más de 500 niños apropiados durante la última dictadura cívico militar.
El 18 de abril pasado se supo que Iris tuvo un varón, que ahora tiene 39 años, dos hijos y vive en Córdoba. Es el “Nieto 122” recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, el cuarto identificado en Córdoba. Ayer, Estela de Carlotto, presidenta de la entidad, encabezó la conferencia de prensa en la que brindó algunos detalles de la restitución. Es hijo de García Soler, una joven mendocina, y Enrique Bustamante, ambos militantes Montoneros secuestrados por la Policía Federal en enero de 1977. Hasta hace poco, su familia y la Justicia creían que Iris había dado a luz una nena.
En la conferencia de prensa estuvo presente Sonia Torres, la referente de la filial Córdoba de Abuelas, que tuvo mucho que ver en la investigación para dar con la identidad del joven. “Fue un trabajo de rompecabezas. Luego de mucha investigación, el equipo de Aproximación de Abuelas Córdoba se acercó a esta persona y le propuso realizarse los análisis. Felizmente, los resultados fueron coincidentes”, explicó Marité Sánchez, abogada de Abuelas Córdoba, a ENREDACCIÓN.
Desde la organización, prefieren reservar toda información relacionada a la identidad del joven. Sólo se sabe que vino a estudiar a Córdoba y se quedó en la ciudad. “Lo mejor es respetar los procesos de cada nieto. Son procesos complejos”, explicó Sánchez quien además confirmó que aún no hizo contacto con su familia biológica.
El juicio en el que se investiga la desaparición de Iris y la sustracción de su hijo se encuentra en trámite. Según la investigación, el parto fue asistido por el médico Jorge Luis Megnacco, integrante del Grupo de Tareas 3.2.2 de la Marina, condenado varias veces por apropiación de bebés en la ESMA. En su alegato, la fiscal Mercedes Soiza Reylli pidió penas para Carlos Daviou, Pablo Eduardo García Velasco, Orlando González, Hugo Siffredi, Gonzalo Torres de Tolosa y Suárez Mason como coautores penalmente responsables del delito de sustracción, retención y ocultamiento de un menor de diez años.
Como el nieto 116, Jorge Castro Rubel, este caso también fue incluido en los expedientes judiciales como “N.N” y recupera su nombre en medio de un proceso oral, lo que revalida la importancia de los juicios.
ABUELO MILITAR, PADRES DESAPARECIDOS
Iris García Soler es hija de Manuel García, coronel retirado del Ejército. El 11 de septiembre de 2014 el hombre declaró en el juicio por los crímenes de lesa humandiad cometidos en la ESMA. Entonces, todavía creía que su hija había dado a luz una niña. Ante los jueces del Tribunal Oral N°5 contó que el último contacto que tuvo con ella fue cuando hablaron por teléfono a fines de enero de 1977. Como ex miembro de la fuerza, Garcia intentó infructuosamente conseguir información sobre el destino de su hija, pero la respuesta que obtenía, dijo, era “caso cerrado. No la busques”. Llegó a saber, sí, que fue secuestrada junto con su pareja, en un operativo de la Policía Federal en la pensión de la ambos vivían, en la calle Tacuarí, en Capital Federal. La prueba más certera de que su hija pasó por la ESMA la recibió de un sobreviviente. “Un día recibí un llamado de un tal Daniel Lastra, que quería hablar conmigo. Cuando nos encontramos me entrega un bolsito que había tejido mi hija y se lo había dado a él por si le pasaba algo”, relató. Según le contó Lastra, una semana después de dar a luz, Iris desapareció.
En un tramo de su declaración, ese 11 de septiembre de 2014, la fiscal Mercedes Soiza Reilly, le preguntó: “¿Qué tipo de respuesta le dio la propia fuerza, o las autoridades militares en esta búsqueda?”. “Es una pregunta que me hiere”, dijo el testigo. Y luego agregó: No obtuve ninguna contestación. No digo positiva ni negativa; ninguna contestación. Me decían ´No hay antecedentes, no hay nada’.
Las respuestas que llevaron a identificar a su nieto, García las encontró cuando decidió recurrir a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y hacer la denuncia.
CÓMO SE LLEGÓ AL NIETO 122
A Iris su familia la llamaba “Tita” o “Pajarita”, pero durante su cautiverio su apodo cambió. A Bustamante, todos lo conocían como “Lobo”. Ambos fueron secuestrados en la pensión en la que vivían y llevados al centro clandestino de detención Club Atlético, que funcionó en el cruce de Paseo Colón y San Juan, en pleno centro de la Capital Federal. En ese centro clandestino, sus compañeros de encierro le cambiaron el apodo: Inés pasó a ser “la lobita”, por su vínculo con Enrique.
Ana María Careaba, una sobreviviente de Club Atlético, relató que vio a “La lobita” embarazada y que fue trasladada a mediados del ’77 a la ESMA. Por su parte, Ana María Martí y Nilda Oraz, sobrevivientes de la ESMA, declararon que vieron a una joven apodada “Tita” embarazada, proveniente de Club Atlético. Ninguna de las tres identificó a Iris por su nombre, sino por sus apodos. Eso hizo que, durante un tiempo las piezas no encajaran. En 2006, la CONADI estaba trabajando sobre la identidad de dos mujeres: una apodada “Lobita”, y otra “Tita”. Incluso se llegó a creer que “Tita” era Miriam Ovando De Sanctis, quien también dio a luz en la ESMA. Así consta en los autos de elevación a juicio de la causa.
Para llegar a determinar que “Tita” y “Lobita” eran la misma persona, fue necesario que alguien revelara lo sucedido con Enrique Bustamante, “El lobo”, cuya desaparición no había sido denunciada hasta 2010. Ese año una prima de Enrique se acercó a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y luego dejó muestras en el Banco de Datos Genéticos, que resultaron fundamentales para identificar al nieto 122.
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