Como si fueran el muro de una red social analógica, los billetes transportan miles de mensajes que recorren el país. Su valor económico queda relegado para convertirse en el papel de una carta anónima y con un destino poco certero.
Cristian Paradela es un joven arquitecto que se aventuró en una investigación sociológica sobre esta práctica social de los argentinos. Armó una colección de billetes escritos que analizó uno por uno para darle forma a un libro con sus reflexiones al respecto. “El billete como espacio de expresión tiene el encanto de que circula, no sabemos ni de dónde viene ni para dónde va”, explica. Así como un mensaje arrojado al mar en una botella, escribirlo en un “sarmiento” es sumergirlo en las olas del mano en mano.
En Sociología del billete escrito en la Argentina repasa las temáticas que se plasman y su correlato con los rasgos identitarios de nuestro país. El amor, la religión y el futbol encabezan el ranking. Además, hay alusiones a la política, los amigos y no faltan las intervenciones artísticas en la cara de los próceres. Sin embargo, no todas son frases positivas, también emerge la violencia y la discriminación. “Procuré que no quedaran temas afuera, la selección se basó en que sea un reflejo fiel de lo que llegó desde la calle”, cuenta el cordobés radicado en Neuquén.
Los primeros ejemplares los reunió en 2013, cuando todavía vivía en Córdoba Capital. Cuando se mudó, en su valija llevó más de la mitad de su colección. “El dato del lugar tiene relevancias, porque no hay algo de regional. Un ejemplo sí, es el pirata cordobés en los de diez pesos, con un parche en el ojo de Manuel Belgrano. Pero son casos más puntuales. Lo localista va a contrapelo de las características de escribir un mensaje, que es entender que hoy puede llegar a mis manos un billete que dos noches atrás estaba en Ushuaia. Sigue un curso indescifrable, puede permanecer en el barrio o viajar a la otra punta del país. A mí me gusta imaginar por cuántos lugares ha estado ese escrito dando vueltas”.
Según lo que pudo observar, los adolescentes son el grupo que más participa de las intervenciones en billetes. “Se vive como una especie de juego. Hay algo de lúdico, como una especie de travesura”. Por otro lado, hay algo de trasgresión porque rayarlos está prohibido y piensa que estamos en un punto de inflexión respecto de nuestra relación con la moneda.
Hace mucho que no deja su marca en un billete. Si de su bolsillo sacara uno de “dos pesos” y una lapicera escribiría la frase “El principio contiene el final”.