El paro fue contundente en los sectores que se sumaron a la protesta (administracion pública, bancos, camioneros, transporte aéreo, parte del transporte ferroviario, marítimo y de colectivos, aceiteros, automotrices, taxis, canillistas, docentes de algunas provincias y docentes universitarios). Pero, a su vez, no pareció derramar influencia hacía otros sectores.
Parte de la respuesta a ese razonamiento es obvia: se debe a que justamente no representó a la otra parte del movimiento obrero, casi equivalente o mayor incluso a la que fue a la medida de fuerza. En ese sentido, no participó la mayor parte de los sindicatos industriales, de servicios (comercio, gastronomia, etc.), y de transporte ferroviario y de colectivos, entre otros grupos. Que este sector no haya estado, es a causa de la línea política interpretativa de la crisis: “la salida es política, se sale con las elecciones de octubre”, como definió Carlos Acuña, uno de los dos líderes de la CGT.
Y otra parte tiene que ver con los límites políticos que tiene la protesta social a partir de la estrategia del peronismo para las elecciones de octubre.Es decir, no depende sólo de la posición del gobierno y sus políticas, sino también de la visión del espacio político al que mayoritariamente responden los líderes sindicales.
Fue el quinto paro contra el gobierno del presidente Mauricio Macri, incluyendo los que convocó la CGT, pero como ha sido habitual en todos ellos, hubo una ratificación del rumbo económico.
Quizá parte de la contundencia que se vio este martes 30 pueda explicarse en la gimnasia organizativa que tienen los sindicatos argentinos y los movimientos sociales nacidos al calor de la desocupación neoliberal de los ’90. Sin embargo, semejante potencia no puede explicarse sólo en lo organizativo y debe ubicarse también en el territorio de la conciencia política y las heridas sociales que produce el plan económico del gobierno nacional. Un sector de la sociedad demanda confrontar con el modelo económico y es lo que canalizó el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN) junto a las CTA y los señalados movimientos sociales.
Como dijo el camionero Pablo Moyano, “el paro fue contundente”; y como afirmó el bancario Sergio Palazzo, “es tiempo de sumar a los compañeros que están equivocados, ayudarlos a recapacitar”, en referencia a la conducción de la CGT y los gremios que la componen. Una sintesis exácta de la jornada de protesta y de la disputa que viene.
Palazzo aportó, más tarde, dos líneas por fuera de lo sindical en declaraciones que hizo al programa de la radio AM990, “Hay otra historia”, que conduce Rosario Lufrano:
-“El presidente Mauricio Macri no tiene chance de ser reelecto. Ganó por apenas 600 mil votos y ahora las condiciones económicas son otras, han cambiado en su contra”.
-“(La propuesta de Sergio Massa de que el gobierno convoque a la oposición y sectores sociales) si es para hacer una transición hasta que termine su mandato, me parece bien; pero es tarde para convocar a un pacto social ahora”.
“El presidente Mauricio Macri no tiene chance de ser reelecto. Ganó por apenas 600 mil votos y ahora las condiciones económicas son otras, han cambiado en su contra” (Sergio Palazzo, Bancarios).
Aquí, en el plano de la política, es donde aparecen las limitaciones que los sindicatos y movimientos sociales no pueden dismular.
Las diferencias existentes al interior del peronismo, entre el kirchnerismo y el PJ más tradicional, por un lado; y el PJ neoliberal, por otro, le quitan al movimiento obrero, indentificado en su enorme mayoría con el justicialismo, un horizonte definido. El primero de los sectores políticos peronistas intenta llevar adelante un proceso de unidad que lo deposite nuevamente en la Casa Rosada; y el otro espacio busca una tercera vía, diferente del oficialismo de Cambiemos, pero tambien del peronismo cuya principal figura es la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En términos generales, esa división básica es la que limita la estrategia sindical de movilización social.
Sin embargo, y en particular, llamativamente los dos sectores que hegemonizan el movimiento obrero -los sindicatos críticos que convocaron al paro del #30A y el sector que conduce la CGT- están dentro del bloque peronista mayoritario y son parte de la Mesa de Acción Política del PJ. Esto quiere decir que la diferencia central respecto a qué hacer con el gobierno y su política económica se encuentra dentro de ese espacio.
Tanto frente a Raúl Alfonsín, como con la alianza entre 1999 y 2001, el sindicalismo tuvo un Norte asociado al objetivo del peronismo político: “Ganar la calle” y “enfrentar los modelos de ajuste” no tuvieron fisuras. Mientras que con Carlos Menem hubo un sector “acuerdista” y otro “crítico” luego de la derrota de la resistencia de la CGT de Saúl Ubaldini a principios de los ’90; y ahora, con Macri, esa partición podría definirse con la existencia de los “moderados” y los “críticos”. Son épocas, las dos últimas, donde el peso de la clase trabajadora es limitado.
Por eso, la dificultad de alcanzar la unidad por parte del ala política del peronismo junto con la perdida de “influencia social” del movimiento sindical, condicionan hacia adelante, la capacidad de los trabajadores de alterar el curso de los acontecimientos políticos y económicos del país.
La dificultad de alcanzar la unidad por parte del ala política del peronismo junto con la perdida de “influencia social” del movimiento sindical, condicionan la capacidad de los trabajadores de alterar el curso de los acontecimientos políticos y económicos del país.
A todo ello, se le agregan otros dos factores de suma relevancia:
-Uno estructural: el peronismo -en todas sus variantes- no parece estar convencido de que la movilización social contra el programa económico pueda brindarle resultados para llegar al gobierno y teme que una eventual radicalización social condicione su acción frente a un eventual llegada al poder en octubre.
-Otro social: la sociedad o una porción muy relevante de ella, todavía no parece estar convencida de que, pese a la crisis económica, haya finalizado el tiempo político del presidente Macri.
Las próximas semanas serán claves para saber si la protesta social crece frente a la crisis o si prima la idea de que las elecciones de octubre sean el exclusivo canal de expresión de la bronca reinante.