Hace más o menos diez años se decía que la droga en Córdoba la manejaban los animales de la granja: el joven René “Chancho” Sosa (hoy preso en La Pampa) y Jorge “Gallo” Altamira, que a sus 60 años, espera detenido en Bouwer un segundo juicio por tráfico de drogas, desde que fue detenido en julio del año pasado junto a otros 12 integrantes de su banda.
El “Gallo” había salido en libertad condicional en 2011, luego de que en 2009 él y otros 9 secuaces recibieron la primera y única condena en la historia por lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Entre las condenadas estaba María Dolores del Valle Suárez, conocida como “La gorda Mary”, acusada del delito de tenencia. Por su casa de la calle Lola Mora esquina San Jerónimo, barrio Altamira, el “Gallo” en persona pasaba a buscar paquetes con cocaína, según la sentencia.
Y en esa misma casa vivía –así figura en la causa– Julio César Peralta, el hombre que en la madrugada del jueves fue detenido en el tercer piso de la torre de Tribunales Federales, cuando intentaba robar 21 kilos de cocaína.
Peralta, de 38 años, ingresó hasta la oficina de “secuestros” del Juzgado Federal N°1, un recinto usado para resguardar lo allanado. El caso conmociona y preocupa a todo el edificio de Tribunales Federales, no sólo porque pone a prueba la vulnerabilidad de su seguridad, si no porque -según fuentes de la Policía Federal- es muy factible que Peralta haya contado con complicidad interna, alguien que le proporcionó “información y una llave” para ingresar a las oficinas del Juzgado que conduce Ricardo Bustos Fierros.
Es muy factible que Peralta haya contado con complicidad interna, alguien que le proporcionó “información y una llave” para ingresar a las oficinas del Juzgado que conduce Ricardo Bustos Fierros.
Esa es una de las puntas que deberá investigar el juez Federal N°2, Alejandro Sánchez Freytes. La otra es saber quién le encargó a Peralta el robo. Ayer, luego de consultar a varias fuentes ligadas a la Fuerza Policial Antinarcótico (con trabajo en el territorio de la zona este de la ciudad, dónde vive Peralta) y fuentes cercanas a Altamira, no se pudo constatar que el detenido siga vinculado al histórico “capo”.
Cuando fue detenido, Peralta tenía cargadas tres mochilas con bolsas repletas de cocaína de máxima pureza, cada una con el rótulo de la causa a la que pertenecían. Ya había atravesado varias puertas del piso tres, para poder llegar hasta esa oficina. En su mochila, según informó el Juzgado, llevaba un taladro portátil, herramientas, llaves y cerraduras de repuesto.
Según confió la fuente de la Federal, en una charla informal con los uniformados que lo detuvieron, Peralta dijo que el plan para sacar la droga era el siguiente: pasaría la noche encerrado en el baño y a la mañana, cuando el edificio ya estuviera poblado de gente, dos cómplices le ayudarían a sacar las mochilas. Saldrían caminando, por la puerta principal, como cualquier ciudadano. También les dijo a los policías que “afuera” lo esperaban “con un palo y medio” (un millón y medio de pesos).
En el mercado cordobés, 21 kilos de cocaína equivale a dos millones y medio de pesos.
ENREDACCIÓN consultó con un experimentado abogado del rubro (que defendió a los dos “animales de la granja”). Según el defensor, “muchos compran la cocaína de Flores, Buenos Aires, a 80 mil pesos el kilo y acá le sacan 30 mil pesos por kilo”. “Desde hace un tiempo –señaló– se está haciendo difícil ingresarla y hay mucha demanda”.
COMO ENTRÓ
Ayer en la Torre de Tribunales ubicada en Parque Sarmiento el asunto era comidilla en los pasillos. “Ahora hasta en las fiestas de 15 de las nenas te controlan los bolsos y acá no hay ni detector de metales ni cámaras en la entrada”, se quejaba una empleada.
“Ahora hasta en las fiestas de 15 de las nenas te controlan los bolsos y acá no hay ni detector de metales ni cámaras en la entrada”, se quejaba una empleada.
Efectivamente, en la entrada del edificio no hay cámaras que registren la entrada y salida de personas. Se cree, en parte por lo que el detenido le habría confiado a sus captores, que ingresó cerca de las 13 y se encerró en uno de los baños, a esperar que el edificio quede vacío. Allí estuvo hasta la media noche.
Sin horario previsto, los efectivos de la Federal que custodia el edificio suelen hacer rondas de vigilancia. En una de esas requisas notaron que la puerta del Juzgado N°1, en el piso 3, estaba sin llave. Dentro, junto al postigo, había una mochila negra. Entonces pidieron refuerzos. Con más hombres, se adentraron en las oficinas. “A los pocos metros había otra mochila apoyada sobre un sillón. El hombre salió solo de la oficina de secuestros, no opuso resistencia”, dijo la fuente.
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