En la madrugada del 11 de octubre, en un hospital público de una pequeña ciudad al norte de Inglaterra, cerca de Manchester, murió Carlos Raimundo “Charlie” Moore. Ante todo, Charlie fue un víctima y un sobreviviente del terrorismo de Estado. Pero también, fue parte del accionar del Terrorismo de Estado, acusado de delaciones que permitieron las detenciones de muchos de sus compañeros de militancia e incluso de torturas a muchos de ellos en la misma D-2. Tenía 65 años, había pasado seis encerrado en un campo de concentración, viviendo en un baño donde lo meaban a diario, con su mujer, Mónica, y su hija, engendrada y nacida en ese infierno que fue el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba (D2). Allí, después de las sesiones de tortura, Moore comenzó a realizar trabajos encargados por sus verdugos.
También de ese lugar se fugó en 1980, y realizó en Brasil la declaración más extensa y minuciosa que se conozca sobre el funcionamiento de un lugar diseñado para el secuestro y la tortura. Su testimonio en ACNUR ha sido la columna vertebral de los juicios contra el terrorismo de Estado en Córdoba. Luego de declarar en Brasil, se exilió en Inglaterra, donde murió enfermo, quejado por las enfermedades que contrajo como consecuencia de las torturas.
Su historia se hizo conocida gracias a Miguel Robles, ex policía, hijo de un comisario de la fuerza asesinado por el D2, quien logró ubicarlo a fines de 2009 y lo entrevistó, buscando la verdad sobre el asesinato de su padre. Robles transcribió la entrevista, en el libro La Búsqueda, una publicación indispensable para la historia reciente en Córdoba.
“¿Cuántos “Charlie Moore” creés que dejó el terrorismo de Estado?”, le preguntaron a Robles, en una entrevista realizada en 2010. “Creo que muchos, algunos al menos. Yo buscaría con una visión humana, porque esto no es para jueces, esto es para pecadores, para gente como nosotros. Hay que escucharlos.”, dijo.
Además de su testimonio en ACNUR, Moore prestó testimonio mediante teleconferencia desde Londres, en el juicio contra Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 represores a los que identificó y relató los hechos aberrantes cometidos por los policías imputados, que pertenecieron a la Dirección de Informaciones de la Policía, la temible D2 durante la dictadura militar.
Reconoció a Calixto Flores, Mirta Graciela “la Cuca” Anton, Miguel Ángel “el gato” Gómez, Yamil Jabour y Carlos “el tucán” Yanicelli y dijo que integraron la Brigada de Operaciones de la D2. En tanto a Quiroga, Molina, Merlo y Rocha, los otros ex policías imputados que pertenecieron a la D2 dijo que le resultaban familiares pero que no los conocía por nombre y apellido.
En su declaración aseguró que en la D2 existía una Brigada Civil compuesta por integrantes de las Triple A y que en su mayoría eran casi todos “delincuentes contratados”. Dentro de esta brigada nombró a “Chocolate”, un Brasilero que terminó expulsado por el comisario Raúl Telleldín junto a otros compañeros.
Si bien negó su participación en cualquier brigada de la D2, Moore dijo que fue Romano quien hizo trascender los rumores de que él era un traidor. “Un día nos hizo cambiar, poner pantalones y mocasines, salimos y nos hicieron para frente a una fila de prisioneros que trasladaban a la UP1 para que vieran que yo era el gran traidor”, contó.
Antes de que Telleldín a llegara a la D2, Moore dijo que el primer militar en hacerse cargo de la represión ilegal fue un teniente que se hacía llamar Gastón o teniente Vargas. Con el paso del tiempo pudo descubrir que en realidad se trataba del Capitán Verges, que también llegó acompañado de Quiroga.
También recordó que desde esta dependencia policial perpetraron la colocación de bombas con un alto poder explosivo en diversos lugares para atribuirselos a la organización Montoneros. Enumeró las que les pusieron a l ex juez federal Adolfo Zamboni Ledesma, al Arzobispado de Córdoba, al Smata, a Cinerama y al Club Hebraica y precisó que varias de ellas fueron puestas por el “Gato” Gómez.
Recordó ante el tribunal, que durante los primeros tres o cuatro años escribió en papeles de cigarrillo para registrar todo lo que sucedía dentro de la dependencia policial y que a través de un correo trucho al que no mencionó, fue sacando hacia fuera de la D2 toda la información que luego su madre llevó a Brasil en 1980. Esto le permitió realizar su declaración en San Pablo en 1980 que sirvió como base de gran parte de los juicios de lesa humanidad en Argentina.
Destacó en otro tramo de su testimonio, que en la D2 existía un trato especial con quienes eran judíos por su antisemitismo. En este tramo mencionó los crímenes de Diana Fidelman, “La pendejita Judía” y “la Jaimovich”. Aseguró que esto no solo le sucedía a las mujeres jóvenes y relató como “el Gato” Gómez “achuró” a una mujer de edad avanzada. También dijo que Yanicelli tenía un “serio problema” por los crímenes que estaban cometiendo, pero prefirió no decir de qué se trataba.
Moore era militante del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y fue detenido el 13 de noviembre de 1974. Permaneció en las dependencias policiales con su esposa Mónica Cáceres durante seis años hasta que escaparon a Brasil y fue acusado de colaborar con sus verdugos. Justamente, cuando cerró su testimonio, explicó que “el que pueda afirmar que puede vivir tantos años incomunicado, está mintiendo, se establecen relaciones” y agregó que en las condiciones de detención “lo explotaban como un esclavito, a uno lo tratan como servidumbre”.
Informe: Waldo Cebrero.
Fuentes consultadas: Diario del Juicio.
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