La sonrisa es algo que no se negocia con Fabricio Oberto. El histórico pívot cordobés disfruta cada momento público y más si esta rodeado de sus compañeros de la Generación Dorada: “La primera sensación que me pasa cuando estoy con estos monstruos, son las ganas de dormir siesta para salir a jugar el partido más tarde”, dice mientras se ríe a más de dos metros de altura.
El nacido en Las Varillas estuvo hace una semana en la presentación del Campus Magnano, junto a Rubén Magnano, Marcelo Milanesio y el “Chapu” Nocioni y aprovechó la ocasión para charlar de varias cosas: Sus proyectos, el homenaje que le tiene preparado FIBA, La Liga Nacional, la temporada negra que tuvo Atenas y su vida de juvenil en el club de General Bustos.
En Agosto comienza el Mundial de China y uno de los nuevos integrantes del Salón de la Fama FIBA vas a ser vos, ¿Qué significa este reconocimiento y cuáles son las sensaciones?
Tremendo. Dos cosas me pasan de este reconocimiento: primero que uno nunca espera, nunca planea, nunca se imagina entrar al Salón de la Fama y lo segundo es algo muy loco, porque entro junto con Piculín Ortiz (Una de las glorias de Puerto Rico), que es uno de los jugadores que con Marcelo (Milanesio) hemos estudiado al detalle, para practicar después de los entrenamientos lo que hacía. Así que imagínate que estar ahí con él es tremendo y son esas cosas locas de la vida.
¿Que cosas estás haciendo en la actualidad?
Siempre buscando. Como he sido inquieto cuando entrenaba y cuando buscaba nuevas formas de mejorar y explotar el talento, siempre estoy trabajando en cosas. Ahora estoy leyendo de inteligencia artificial como el Machine Learning, sigo con proyectos como una bodega, soy embajador de Nike de NBA donde voy a distintos Campus, y a su vez soy medio colega de ustedes porque todavía me falta muchísimo para considerarme periodista, pero estoy como analista en ESPN. Estar ahí siempre te permite seguir aprendiendo, a comunicar de otra manera y buscar un estilo propio.
¿Y la música?
Y la música… sin dudas. Es un hobby que va más allá, porque tocar con el Raly (Barrionuevo) te exige estar preparado y más si me dice que sea el líder cuando subimos al escenario. Eso me ha llevado a estudiar canto, ha tener ese tipo de presión que genera una adrenalina casi como un partido. El día que tocamos es: a las seis estoy despierto, todo el día me siento incómodo, hasta que llega el momento de tocar, que es muy parecida a la paz de cuando entrabamos a la cancha. Eso es realmente único.
La noche previa al retiro de la camiseta de Manu Ginóbili te tocó subir al escenario, ¿Cómo fue ese momento?
Fue muy divertido. Parecía que estábamos por entrar a jugar por la cantidad de gente de Argentina la primera noche tocamos. Al otro día fue lo de Manu y al día siguiente tocamos en un bar con más gente de Texas. Como músico tenés que aprender a conectar los sentimientos y saber transmitirlos, algo que en el básquet sucede exactamente lo contrario: vos no podes saber que a mí me duele algo, si estoy molesto por algo porque estamos jugando.
¿Ves La Liga Nacional?
Veo algunos partidos, más que nada los partidos de Playoffs. No soy una persona que va a la cancha, lo sabrán (risas). Por ahí tuve una época que no iba porque realmente me hacía extrañar más el básquet y ahora cuando estás en otra y ves cosas que se hace bien, que se hacen mal no te dan muchas ganas. Estuve un tiempo en la parte dirigencial, traté de ayudar y no se pudo o no te dejan y el tiempo creo que es la riqueza que tenemos, entonces hay que saber, y ser muy correctos para decidir a quién se lo damos y a quién no.
¿Seguís con ganas de participar en algún momento de tu vida en la parte dirigencial?
No sé si hay ganas. No te digo un no definitivo, pero si te digo que vamos a jugar a las cartas y jugamos con las cartas que están, ya sabes que cartas hay. Entonces trato de disfrutar todo lo que pueda, tengo amigos increíbles que me ha dejado el básquet, me pongo a hablar con ustedes y siempre sale alguna anécdota y eso para mí es lo único que queda. Después podemos discutir si a San Lorenzo se le puede competir…
Justamente con San Lorenzo… ¿Cómo viste las finales de La Liga Nacional?
Las finales fueron increíbles. Que lleguen a un séptimo partido y toda la evolución que hace Instituto para llegar hasta ahí. Los clubes van entendiendo que todo tiene que ser general en la mejora. No puede ser que tengo un equipo y no hay gestión, es como que todo tiene que subir para mejorar y eso se vio en el trabajo que hizo Instituto.
¿Ves en Atenas esas falencias?
Sí, creo que Atenas es un ejemplo porque hoy pasó un año durísimo y estoy seguro que nadie de ahí quiere que pase; ni los que jugamos en algún momento, ni los que son históricos ahí en el club. Yo creo que no solo es trabajo y no querer que pase. El proyecto no es que hoy pongo doce jugadores, donde hay seis americanos que la rompen para ganar, sino que hoy hay que hablar de procesos.
¿Qué recordas de tu época de juvenil en el club?
Yo me acuerdo en Atenas la cantidad de juveniles que estaban en la cantera. Todas las semanas venían dos o tres chicos que querían sacarnos el lugar, entonces ese equipo juvenil estuvo tres o cuatro años sin perder porque realmente cuando aparecía el colador iban quedando los más elites de todos. Hoy la cosa cambió un poco para todos los equipos, por la cantidad de información. Antes todos los cordobeses queríamos jugar en Atenas y ahora uno se pone a mirar y dice que bien que está haciendo las cosas San Lorenzo, Bahía o Instituto y cuando te vienen a buscar es muy difícil decir que no. La cuestión está en mejorar el servicio, la atención y la calidad del plantel juvenil porque hoy ya todos quieren jugar en la NBA.
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