(Por Eduardo Rivas *) El artículo 48 de la Constitución Nacional fija los requisitos para poder ser Diputado Nacional en la República Argentina: “(…) Haber cumplido la edad de veinticinco años, tener cuatro años de ciudadanía en ejercicio, y ser natural de la provincia que lo elija, o con dos años de residencia inmediata en ella”. Cualquier ciudadano o ciudadana que cumpla con dichas exigencias puede presentarse como candidato a la cámara baja, pero ¿Bastan esas cuestiones?
Los abogados suelen referirse al espíritu de la norma y no tan solo a lo que taxativamente se menciona por escrito, y sin ninguna duda lo que los constituyentes no mencionaron, pero estaba en su voluntad es que para ser diputado debe tenerse la capacidad de serlo.
¿Cualquiera puede ser Diputado? En mi opinión no.
Yo cumplo con los requisitos formales para ser ministro de Transporte… pero no sé de transporte, con lo cual incumplo el requisito inicial, ser idóneo para la función, saber de la materia en la cual se van a desempeñar labores. Cierto, es que nadie nació sabiendo y uno va aprendiendo con la vida, pero hay roles y momentos en los cuales ese conocimiento se tiene que adquirir previamente, si no tiene que tomarlo prestado, y si no se logra obtenerlo, saber irse a tiempo por no estar a la altura de las circunstancias.
Todo esto viene a cuento de la inasistencia de la representante de Juntos por el Cambio (JxC) de la Provincia de Córdoba, Gabriela Brouwer de Koning, en la última sesión de la Cámara de Diputados, tercera sesión desde que ella resultó electa y segunda desde que asumió su cargo.
Cualquier legislador puede tener que ausentarse de una sesión, en Argentina de hecho son muy pocos los legisladores que cuentan con asistencia perfecta, pero uno debe poder explicarle a sus representados por qué no los representó ni pidió licencia, y las explicaciones que dio Brouwer de Koning son penosas.
Afirmó la diputada: “Pensé que había terminado el año legislativo, no lo dudé, fui al aeropuerto a ver si conseguía otro pasaje y me fui al encuentro con mi familia, al llegar al exterior me anoticio que el martes había sesión especial, intenté volver pero me fue imposible”. El problema no es que no haya podido volver, el problema es que se haya ido, y recurriendo a un punto común en el que suelen caer muchos legisladores mencionó que “yo me quedé a la sesión del Presupuesto, pensaba en no viajar porque parecía que el tema iba a seguir la semana siguiente con un cuarto intermedio, pero hubo un cambio al final, se votó y lo primero que pensé después de 36 horas de sesión sin dormir, es que se había terminado mi tarea legislativa y la voluntad por la cual el pueblo me votó y cumplí”, marcando como un ‘martirio’ lo realizado.
Vea diputada, usted está sentada en el recinto porque sus comprovincianos la votaron, necesario aunque no suficiente. Usted fundamentalmente está allí porque quiere estar ahí. No es ningún sacrificio estar en la sesión más de 36 horas sin dormir, lo cual resulta bastante inverosímil, ya lo dice el dicho, “sarna con gusto no pica”, y si le pica, rásquese y listo.
Apelando a la emotividad agregó: ‘Me ganó la emocionalidad, la prioridad es el trabajo, mi primera intención fue quedarme. Fue ese segundo que se me pasó. Lo primero que pensé fue en mi familia, en mi nenito de dos años… Fue una mala decisión”. Pues bien, las decisiones que uno toma, las buenas y las malas, tienen consecuencias, y no basta con decir que se equivocó o pretender “redoblar mi trabajo y tratar de resarcirlo”.
Si quiere puede estar 72 horas sin dormir, pero la cuestión no es esa. Usted debía estar y no estuvo en la sesión donde se debatió el proyecto que incluye subas en las alícuotas de Bienes Personales. Ahora puede (y debe) estar en todas las sesiones que siguen, pero en la que debía haber estado, no estuvo.
Dijo usted: “Asumo mi responsabilidad completamente”. Si efectivamente así fuera ya debiera haber dado el paso al costado y renunciar.
Para ser Diputado no basta con cumplir lo que preceptúa el artículo 48 de la Constitución Nacional, también hay que cumplir con el espíritu de la norma y la voluntad del constituyente, esto es, estar preparado en serio para ser Diputado de la Nación.
Los hechos demuestran que usted no lo está a la altura de la responsabilidad otorgada por el pueblo cordobés.
* Eduardo Rivas es licenciado en Ciencias Políticas.
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