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Análisis

Córdoba y su identidad

La Cañada, en la ciudad de Córdoba.

Lograr, simultáneamente, ser uno mismo y a la vez, participar de la apertura y vivencia global, es el gran desafío formativo del momento, tanto para los hombres como para los pueblos. Hay que construir armónicamente el “yo” y también el nuevo “nosotros ampliado”; y conjugar ambos positivamente. Por eso, no cabe encerrarse en si mismo rechazando todo lo foráneo, dado que nos haría involucionar, pero abiertos, sin identidad, nos puede diluir y destruirnos como comunidad.

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En lo que hace a la apertura, podemos decir que la realidad, de por si, nos lleva a ella, particularmente, en virtud del avance de los medios masivos de comunicación. El mundo total e interactuado, la gran “aldea global”, se impone, casi por imperio de los hechos. Más no es del caso pensar y adecuarse al nuevo “nosotros”, sin tener, debidamente protegidos y desarrollados, los mecanismos de construcción y defensa de la identidad propia. Porque el fenómeno de la globalización puede ser un bien, pero también transformarse en un gran perjuicio, si las comunidades se despersonalizan y desarraigan.

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La historia común y el respeto y construcción de la perspectiva de las personas, en su tiempo y en su lugar, nutre esencialmente la identidad cultural, pilar básico de la sociedad en el camino de la formación de su auténtico ser. Son las mujeres y los hombres contemplados y potenciados en la realidad temporal y espacial que se respira y vive, lo que puede realmente aportar enriqueciendo a la dinámica local, provincial, nacional e internacional. Sólo el saber quienes somos, como miramos el mundo y cuales son nuestros anhelos y esperanzas comunes, nos permitirá caminar como una unidad con historia propia.

Por ello es que, atento a la importancia de reconocer, preservar y construir la identidad cultural de los cordobeses, en la Convención Municipal Constituyente de la Ciudad de Córdoba, de 1995, elaboré una propuesta al respecto, que luego consensué, se aprobó unánimemente por todo el cuerpo y se incorporó a la Carta Orgánica del Municipio, como artículo 30 de la misma. Allí se determinó, que “el Municipio reconoce la identidad cultural de la Ciudad de Córdoba y valora las diferentes vertientes que la componen. Estimula sus manifestaciones populares distintivas y características, en integración con las identidades provincial, nacional y latinoamericana”.

Así, y con rango constitucional municipal se ha plasmado, como objetivo comunal, la necesidad de estimular y valorar todo lo concerniente a nuestro ser cordobés. El criterio es amplio y rico en matices. Porque ser cordobés es un poco nuestros pueblos originarios, los sanavirones y los comechingones que nos precedieron y nos dieron su tonada arrastrada, su gracia y su calidad humana consustanciada con su tierra.

También somos el toque andaluz de la exageración que le dio el fundador al llamarnos de la nueva Andalucía, y como lo andaluz, se cortan las palabras en la última vocal y se dice “cordobé” y somos exagerados, ya que, en vez de decir negro, se dice “negrazononón” y en vez de decir borracho se dice “chupadazo”.

Córdoba son los aportes de inmigrantes que permitieron dar su perspectiva y el casamiento del “pasodoble” y la “tarantela”, que ayudó a nacer a la música de cuarteto. Por su parte, dieron y dan personalidad propia a diversos barrios de la ciudad, como la fiesta que hacen los hermanos bolivianos, en Villa Libertador, en agosto, celebrando a la Virgen de Urqupiña y otras hermosas reuniones de inmigrantes, que se han incorporado a los encuentros cordobeses.

A su vez, somos un poco los afrodescendientes, muchos de los cuales se asentaron en el Barrio Güemes y nos dejaron el ritmo de las murgas y comparsas carnavalescas y el orgullo de todos de ser “Negro Cordobés”, como una pertenencia fraterna, amigable y no peyorativa en el modo de trato.

Asimismo, el ser cordobés es un poco el arroyo de La Cañada y el río Suquía; de poner apodos ingeniosos; de los “croios” con mate o un “yerbeao”; de las empanadas con pasa de uvas; del “chau tío”, “hola negro”, “no si vua…”, “que lo que decí”, “adiós doctor”…; los alfajores, el praliné recién hecho; el “choripán”; el “fernando” (Fernet con Coca) y tantas cosas más.

Además, somos el ambiente universitario; sus radios, canales de TV, diarios y revistas barriales; de los gorriones y los árboles de La Cañada y del Parque Sarmiento; de sus tardes de partidos de futbol con sus clubes como Talleres, Belgrano, Instituto, Racing y tantos otros; sus noches de teatro; de su pueblo trabajador, culto, libre, contestatario y fraterno; de sus poetas, músicos, artesanos, pintores y escritores; de su religiosidad adulta y meditada, de la convivencia plural y respetuosa; de su corazón de pensadores y su empuje industrial, con el auto “Torino”, como estandarte esgrimido en las “24 horas de Nürburgring“ de Alemania, en 1969, la moto “Puma”, el Rastrojero Diesel, el tractor Pampa, los aviones “Pulqui” y el “Pampa”, entre otros y el orgullo de país adentro y de tanto más. Además, de hitos históricos como la Reforma Universitaria y el “Cordobazo”.

A su vez, y por, sobre todo, Córdoba es el humor chispeante de su gente, esa fibra especial de nuestro pueblo, que permite que el espíritu se distienda en la actitud superadora de encarar la realidad con buen ánimo, como testimonio de la verdadera madurez en la vida. No es un humor producto de la indiferencia o del escape, sino del compromiso positivo con el bien común, que evita que el escepticismo derrotista nos nuble el futuro. Es también, la forma como el cordobés sabe hacer caridad con el alma, lo que permite sobrellevar los momentos difíciles con una sonrisa. Este perfil, queda presente siempre, en el recuerdo imborrable de la revista “Hortensia, la papa”, sus humoristas y sus personajes.

Hay que cuidar entonces, que no se diluya o muera lo que somos, en un compromiso de todos y cada uno y en tarea y responsabilidad conjunta con el Municipio. De esa manera, podremos seguir siendo y proyectarnos al mundo global, con mentalidad abarcativa y total, pero con tonada alargada bien cordobesa y fraterna.

* Miguel Julio Rodríguez Villafañe, abogado constitucionalista, ex–convencional Constituyente Municipal de la Ciudad de Córdoba.

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