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¿Black lives matter?

El África negra registra los menores niveles de vacunación contra el Covid-19. (Foto: Gentileza ONU).

El atleta norteamericano Jesse Owens, conocido en su país por haber batido cinco récords deportivos e igualado otro en solo 45 minutos, apodado el antílope de ébano por el color de su piel, arribó a Berlín en agosto de 1936 para competir en las Olimpíadas y se alzó, ni más ni menos, con cuatro medallas de oro. Este joven nacido en un pueblo de Alabama se convirtió de la noche a la mañana en un héroe que se había enfrentado con éxito al nazismo y a la supremacía blanca ante los ojos del mismísimo Hitler. Pero a pesar de sus triunfos, la vida de aquel atleta afroamericano de solo 22 años seguiría siendo la misma que la de muchos de sus compatriotas cuando regresó a su país. Se había convertido sin desearlo en un auténtico símbolo, circunstancia que no supo aprovechar: le costó toda la vida entender lo que representó, y terminó siendo “un pobre chico negro, hecho a sí mismo”.

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Después de firmar numerosos autógrafos y de ser felicitado por aficionados alemanes, Owens volvió a los Estados Unidos esperando un reconocimiento por parte de su gobierno que nunca llegó. En Alemania se le había permitido viajar y alojarse en los mismos hoteles que los atletas blancos, pero al llegar a su país natal el campeón fue menospreciado, ya que por aquel entonces los afroamericanos no disfrutaban de los mismos derechos que los blancos. Por si fuera poco, el presidente Roosevelt nunca llegó a recibirlo en la Casa Blanca porque su prioridad era conseguir el voto de la población blanca sureña, abiertamente racista. Ni siquiera le envió una felicitación por escrito. Tras el desfile en honor a los campeones que tuvo lugar en Nueva York, a Owens no se le permitió entrar en el Waldorf Astoria por la puerta principal, y tuvo que llegar a la recepción del hotel en el montacargas.

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Su momento de gloria pasó rápidamente. A pesar de ser un hombre culto que leyó y escribió mucho y tenía grandes conocimientos de jazz, siguió deslomándose en trabajos menores, como gerente de una lavandería o bailarín, y como tal probó suerte en el cine junto a la niña prodigio Shirley Temple, llegando a “vender” sus veloces piernas en espectáculos en los que corría contra un caballo, un perro o un automóvil. En la década de 1950, el presidente Dwight Eisenhower lo nombró embajador de buena voluntad de los Estados Unidos para el Tercer Mundo. Sin embargo, al final de la década, Owens se alejó definitivamente del deporte y de todos los actos sociales. El exatleta se dedicó entonces a dar discursos motivacionales por todo el país en los que narraba anécdotas de su vida que hicieron de él la figura que todo joven negro quería ser.

Epec

Cuando surgió el movimiento Black Power, en las décadas de 1960 y 1970, Owens fue duramente criticado por no posicionarse a su favor. Incluso fue el enviado del equipo estadounidense de atletismo para tratar de “apaciguar” a los atletas afroamericanos críticos antes del inicio de los Juegos Olímpicos de México (1968), que pasarían a la historia por la mítica fotografía de Tommie Smith y John Carlos en el podio con el puño cerrado levantado. Pero al final Owens se cansó de ser el “negro bueno”, el fenómeno de circo que todos querían exhibir y todos querían explotar. Cuatro años después del incidente de los Juegos Olímpicos el exatleta publicó un libro titulado He cambiado, en el que afirmaba: “Me di cuenta de que luchar, en su mejor sentido, era la única respuesta que el afroamericano tenía, que cualquier negro que no estuviera comprometido en la lucha en 1970 estaba ciego o era un cobarde”.

Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. (Foto: Gentileza).

Owens murió de cáncer pulmonar el 31 de marzo de 1980, a los 66 años. A pesar de que el presidente Jimmy Carter había ignorado la solicitud de Owens para cancelar el boicot de su país a los Juegos Olímpicos de Moscú (1980), acabó rindiéndole tributo: “Quizá ningún atleta simbolizó mejor la lucha humana contra la tiranía, la pobreza y el fanatismo racial”. (FUENTE: HISTORIA-National Geographic)

Otro caso fue el de la velocista nigeriana Blessing Okagbare, una de las “fuera de serie” para la final de 100 metros: fue suspendida por dopaje tras un control positivo por la hormona de crecimiento, indicó la Unidad de Integridad del Atletismo (AIU). Okagbare (32 años), subcampeona olímpica del salto largo en 2008, fue controlada fuera de competición el día anterior a la prueba. Es la primera atleta declarada positivo durante el periodo olímpico de estos Juegos de Tokio 2020. Preguntado por la agencia AFP, el órgano antidopaje del atletismo no deseó precisar si el test había sido efectuado en Japón o en otro país. Técnicamente, si la muestra fue tomada por la AIU no pudo ser en una instalación olímpica, ya que allí la responsabilidad es de la ITA (Agencia de Controles Internacionales).

La hormona del crecimiento está dentro del grupo de las “sustancias no especificadas” en la lista de sustancias prohibidas que elaboró la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, de acuerdo a la sigla en inglés). En el caso de estas sustancias, la suspensión provisional es “obligatoria” cuando se encuentra un “analítico adverso”, como se llama oficialmente al positivo en un control antidóping. El laboratorio acreditado por la WADA que analizó la muestra notificó a la AIU el hallazgo el día de la competencia. Blessing Okagbare debía participar en las semifinales de 100 metros después de haber ganado su serie con 11s05. Dos días antes, Nigeria había visto a diez de sus 23 atletas seleccionados para los Juegos en este deporte vetados para la participación en el evento debido a que no cumplían con los estándares de los controles antidopaje fuera de la competición. Nigeria, que forma parte de los países considerados de “alto riesgo” por la AIU, debe someterse a obligaciones suplementarias. “El sistema deportivo de Nigeria es totalmente defectuoso y nosotros, los atletas, somos siempre las víctimas colaterales“, había lamentado Okagbare en su cuenta de Twitter.

La velocista forma parte de un grupo de altísimo nivel con base en Florida (Estados Unidos). Al regresar a ese país la atleta fue detenida y con ella el asesor que le había recomendado consumir esa hormona. Eso sí, nunca se sabrá, porque así está establecido en la letra chica con la que negocian su impunidad en todo el mundo, el nombre de la empresa que fabrica esa sustancia prohibida utilizada en el deporte competitivo.

Por último, y muy brevemente, mencionaré esa especie de maldición que padece África en todo sentido, desde los tiempos en que sus habitantes eran cazados para ser sometidos a la esclavitud por piratas al servicio de las potencias que luego dominarían el mundo. La mutación Ómicron del covid se encontró en 8 países del sur del África. Son a los que el mundo le ha impuesto la prohibición de volar desde allí. Sus porcentajes de vacunación son bajísimos: Lesotho 26.5%, Sudáfrica 22,5%, Esuatini 21,3%, Botsuana 19,6%, Zimbabue 18,3%, Namibia 11.4% y Mozambique (10,1%). El último es Malawi, que con el 3% de la población vacunada está más del 50% debajo de la media africana. Cuando aparecieron las primeras vacunas (la de AstraZeneca y la Sputnik V) comenzó una carrera de los gobiernos del Primer Mundo por asegurarse que esos fármacos llegaran a sus países antes que a otros. Mucho más cuando Pfizer y Moderna anunciaron sus vacunas de nueva generación y China aportó las de Sinopharm y Sinovac.

Mientras tanto, el resto de los países comenzó a echar mano de sus recursos para tratar de no dejar a sus poblaciones sin protección. Pero la desigualdad, advertida por la OMS se hizo evidente. Los ocho países del sur de África se convirtieron en “parias sanitarios” a pesar de que la OMS y varios organismos internacionales y fundaciones crearon el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19. Una alianza con el propósito de garantizar el acceso equitativo a las vacunas en un acuerdo entre 190 países. Pero con el paso del tiempo, se reveló más que insuficiente. Incluso hubo países como Estados Unidos, la India y la propia Unión Europea, que retuvieron los lotes para distribuir en el mundo hasta que abastecieron a su propia población.

La circulación de vacunas se mantuvo, pero a un ritmo insuficiente para la tan ansiada inmunidad colectiva que permitiera controlar al coronavirus en todo el mundo. A más de un año de vacunación el fracaso es evidente. El director de la OMS informó que “56 países que fueron efectivamente excluidos del mercado mundial de vacunas no pudieron alcanzar el objetivo de vacunar al 10% de sus poblaciones para fines de septiembre 2021, y la mayoría de los no vacunados viven en África”. África negra, por supuesto. Saque usted sus propias conclusiones.

* Fernando López es escritor y abogado. Fue juez de instrucción y juez de control en la justicia provincial de San Francisco. Lleva publicadas varias novelas y desde 2014 organiza el Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial “Córdoba Mata”.

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