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Historia viva en el Circuito Sur tucumano

Dique Escaba, en Juan Bautista Alberdi, Tucumán. (Foto: Prensa).

Los Pueblos del Circuito Sur tucumano quedan cerca de la capital provincial y son los elegidos para pasear durante todo el año. Lules, Concepción, Simoca, Taco Ralo, Cochuna, que exhibe la mayor cumbre de la provincia, con el Clavillo de Los Cerrillos (5.550 msnm.) y parte del QhapaqÑan, Patrimonio de la Humanidad. También Monteros, “La fortaleza del Folklore”; Alberdi; Alpachiri; La Cocha y Aguilares, son lugares que invitan a conectar con la naturaleza, la historia y la cultura de un Tucumán por descubrir.

La historia tiene un lugar especial en el Sur provincial. Allí, en distintas localidades y tanto en épocas precolombinas como en la colonia, se forjó gran parte de la historia grande, no sólo de esta provincia, sino de todo el noroeste argentino. Un lugar neurálgico para el tránsito de hombres y mercancías en tiempos de dominio incaico, de rebelión calchaquí, de comercio colonial y en el surgimiento del ferrocarril, el sur tucumano conserva aún vestigios de este esplendor mercantil en sus calles, sus construcciones, su vida cotidiana.

Un primer contacto con este destino se inicia desde San Miguel de Tucumán, descendiendo por la Ruta Provincial 301, para llegar a la ciudad de San Isidro de Lules, el pueblo que da inicio a un recorrido que une a once localidades. Lules es el primer lugar donde se cultivó la caña de azúcar en suelo tucumano y su historia está unida a los jesuitas que desarrollaron este cultivo para su propio consumo. En este sitio, además funcionó el primer colegio como institución pública de la Argentina, hoy un Monumento Histórico Nacional. El crecimiento industrial de esta localidad con fábricas de papel, procesadoras de alimentos, materiales de construcción, textiles, químicas y metalúrgicas, se combina con el desarrollo de cultivos, hortalizas y frutillas jugosas, rojas y enormes.

Desde el centro del pueblo, a tan sólo 2 kilómetros sobre la Ruta Provincial 301, se encuentran las Ruinas de San José de Lules, testimonio de la época de la conquista española. Allí, en 1670, se instaló la orden jesuita con el objetivo de evangelizar a los indios Lules y para esto construyeron viviendas y talleres donde realizar carros de carga, molinos, hornos de ladrillos, trabajos en cuero para confeccionar sandalias, y el templo. Hoy las ruinas, las construcciones y un museo que alberga reliquias, son la cita imperdible para los visitantes. Su puesta en valor lo califican para integrar la Ruta Internacional Jesuítica, junto con las ruinas de Ibatín, La Cocha y la Iglesia San Francisco.

El Sur también ofrece actividades deportivas y de recreación al aire libre. Poco más de 100 kilómetros hacia el sur de la ciudad Capital se encuentra Juan Bautista Alberdi, sobre la ruta nacional 38. Desde allí, a unos 22 kilómetros hacia el oeste, se accede al embalse Escaba, un espejo de agua enclavado entre la exuberancia del paisaje tucumano y su vegetación incomparable. Con un paredón de 100 metros de altura, la represa alimenta turbinas hidroeléctricas que suministran energía para toda la zona sur de la provincia.

En este maravilloso espejo de agua se realizan diversas actividades deportivas y turísticas, como la pesca de pejerreyes, la navegación en bote o kayak y trekking por sus diversas quebradas y senderos bañados por la Yunga. Finalmente, se pueden disfrutar de distintas cascadas naturales y de un magnífico bosque de arrayanes en el lugar.

Y también en el sur provincial, pero por Ruta Nacional 157, y a unos 60 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se llega a la ciudad de Simoca, capital nacional del Sulky y sede de la Fiesta Nacional de la Feria de Simoca. Allí, todos los sábados, de 9 a 18 horas, funciona la tradicional Feria que convoca a cientos de expositores de la zona, que ofrecen al público local y a turistas, todo tipo de productos bajo la sombra de sus tradicionales ranchos.

Simoca también es cuna de historia y tradición. Desde hace siglos, quizás desde 1600 en adelante, la plaza del pueblo aloja la vida gaucha, el comercio y las fiestas pueblerinas que se mantienen hasta hoy. Plaza de carretas que realizaban trueque de mercancías provenientes de todos los rincones de la provincia y la región, la procesión de sus imágenes religiosas y hasta carreras cuadreras se desarrollaban habitualmente en este lugar.

Olores, sabores y sonidos invaden cada sábado este reducto de historia y tradición, donde también hay lugar para el comercio de artículos esenciales para la vida actual. De hecho, los ranchos de madera, paja y cañizo no alojan una feria artesanal como la que habitualmente un turista se encuentra al visitar el norte del país. En la Feria de Simoca, quizás heredando esa costumbre criolla del trueque para la subsistencia, se consiguen principalmente elementos de uso diario para las faenas agropecuarias y la vida rural.

Imagen de la Feria de Simoca, en la provincia de Tucumán. (Foto: Prensa).

La Feria tiene, además, una enorme propuesta de comidas típicas que se disfrutan mientras se compra lo que uno fue a buscar: empanadas, locro, parrillada, tamales, dulces regionales y uno de los platos más deliciosos que ofrece la provincia: el pastel de novia, una preparación agridulce propia de esta zona del país. Y para completar la experiencia, estos sábados de fiesta en Simoca cuentan con las actuaciones folklóricas de los artistas del lugar, que le ponen color y sonido a este original y cautivante destino de la provincia de Tucumán.

HISTORIA COLONIAL

Villa de Medinas tiene una historia única, rica y señorial. Este pueblo situado a 90 kilómetros de San Miguel, cercano a Aguilares y Concepción, es el testimonio vivo del paso invasor de los conquistadores españoles, de la rebelión de los pueblos originarios, de la colonia, de los años de revolución nacional y del progresismo de principios de siglo XX.

A fines del siglo XVI, cuando los primeros adelantados españoles comenzaban a someter a la población local y a dividirse las tierras y las almas de quienes en ellas habitaban, llegó a esta zona del sur tucumano la familia del teniente gobernador Don Gaspar de Medina. La fertilidad de estos campos y la fuerza bruta de sus lugareños fue el premio que la Corona le concedía a modo de merced, por haber colaborado en el establecimiento del poder en Tucumán de los europeos.

Entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XX, Medinas vivió su apogeo, y hasta llegó a competir con Monteros como la segunda población más importante de Tucumán. Sus edificaciones muestran aún los beneficios del progreso a lo largo de la historia, lo que originó que fuera declarada por Presidencia, en 1999, como “Pueblo histórico nacional”.

Todavía se conservan, para asombro de quienes la visitan, algunos de los edificios que albergaron a instituciones sociales que se establecieron allí antes incluso que en capitales de otras provincias. En 1844 tuvo su Comisaría y en 1855 su primera escuela pública, apenas unos meses después de que San Miguel de Tucumán inaugurara la propia. La oficina de Correos y Telégrafos, el Hospital Público, el Juzgado de Paz, se alzaron también en la segunda mitad del siglo XIX.

Es que por Medinas fluyó durante siglos todo el comercio y la fuerza productiva de Tucumán y sus provincias vecinas. El paso del Ferrocarril Provincial Noroeste, a mediados del 1800, le puso venas y corazón a ese enorme torrente de mercancías, especias, animales y frutas que regó de progreso al Jardín de la República. Curiosamente, otro tren marcaría la debacle de ese progreso. A fines de ese siglo, cuentan los que quieren recordarlo, un finquero del lugar se negó a ceder un espacio para que pasaran los rieles del Ferrocarril Central Córdoba, que se convertiría en el nuevo cauce para sacar las bondades de esta tierra hacia el país y el mundo. Los pitidos de ese tren fueron la triste despedida de cientos de años de prosperidad para Medinas.

En la vieja iglesia de Medinas, restaurada entre 1833 y 1844, se venera cada 24 de septiembre la imagen de la Virgen de la Merced, una bella figura tallada en una sola pieza de madera cuyo origen se remonta al siglo XVII, llevada al lugar por los familiares de Don Gaspar de Medina.

[Villa Batiruana]

Una escala de este recorrido es Villa Batiruana, en el departamento sureño de La Cocha y a 126 kilómetros de la Capital. Su historia, aunque mucho más corta en el tiempo, también tiene el signo de la desolación y la ruina, aunque con un final feliz.

Nació a mediados del siglo pasado como campamento para los trabajadores que construyeron el embalse Escaba y su complejo hidroeléctrico. Unas cuantas edificaciones que albergaron el descanso de un centenar de hombres y que a mediados de los ’90 dijeron adiós. Fue durante años un pueblo fantasma, enclavado en plena quebrada cobijada por la Yunga, y bañada por el río Marapa, cuyo viboreante curso une las aguas de los embalse de Escaba y de Río Hondo, en Santiago del Estero.

Desde hace unos años, la maravilla del paisaje de este recóndito lugar volvió a hacer su llamado. Gracias a un proyecto de recuperación, los ojos de muchos se posaron nuevamente sobre Batiruana y se establecieron allí complejos turísticos donde se puede descansar plácidamente al arrullo del río y de la selva; disfrutar de los manjares de la gastronomía tucumana y comprar artesanías y productos regionales.

Empanadas tucumanas, uno de los clásicos de la gastronomía de la provincia norteña. (Foto: Prensa).

[[Pueblos con historia y fuerte identidad]

Concepción, para muchos, es la ciudad que ofrece el mayor abanico de servicios turísticos. Pero también, ideal para los amantes de los autos, porque en el Museo del Automovilismo Nasif Estéfano se relata la historia de este deportista tucumano que recorrió el mundo entre los años 1960 y 1973. Trofeos, fotos y autos forman parte de una visita imperdible, ya que la remodelación y puesta en valor realizada por Ente de Turismo provincial, fue total. Para llegar a Concepción se toma la Ruta Nacional 38, 83 kilómetros al sudoeste de San Miguel de Tucumán.

En Taco Ralo, a sólo 119 km de San Miguel de Tucumán (por Ruta Provincial 157), el centro termal es el atractivo donde se combina la energía de sus aguas plenas de minerales y la espesura del camino y alrededores. Dicen los que saben, que unos expertos japoneses, investigadores de aguas surgentes, analizaron los pozos de esta zona y advirtieron que por la riqueza mineral que contienen, estas aguas termales son beneficiosas para la cosmética. En el pódium ubicaron a este producto como el segundo mejor del mundo, después de los barros y aguas termales de Francia, famosas como la línea de cosmética y belleza “Vichy”.

Monteros, “La fortaleza del folklore”, está en el corazón de los tucumanos y de quien ama la música popular argentina. Pero este lugar también es la Capital Nacional de la Randa, una artesanía muy delicada de la época de la colonia que consiste en bordar con hilos entretejidos sobre un bastidor. Su clima y su tierra determinan un lugar especial para el cultivo del limón, arándanos y frutillas, que al cosecharse en contra estación con otros mercados internacionales impulsan su producción y comercialización.

Aguilares es conocida como “La Capital Nacional de la Caña de Azúcar”, aunque en realidad es el apellido de una de las primeras familias afincada en esta zona, donde desarrollaron parte de la industria azucarera y donde cada agosto se desarrolla esta fiesta. Mientras que, en el fin del verano, con un corsódromo de 800 metros, los talleristas que trabajan todo el año en el armado de los trajes y parafernalia del carnaval, reviven cada año a esta “Capital del Carnaval”. La ciudad se encuentra a unos 92 kilómetros de la Capital tucumana, también por la Ruta Nacional 38 hacia el sur.

Finalmente, llegamos al pueblo de La Cocha, a unos 130 km al Sur de San Miguel (Por RN 38). En septiembre de cada año tiene su festival “La Cocha Canta”; en Semana Santa se desarrolla, como en otros lugares de Tucumán, “La Pasión de Cristo”, y en mayo, el desfile del Día de la Patria. Tiene una construcción histórica conocida como “las Ruinas del Castillo”, a 200 metros de la ruta, donde se realizaron los primeros festivales.

Imagen de la cascada San Ignacio – Los Pizarro. (Foto: Prensa).

Para los amantes de la naturaleza, es en los alrededores de la Cocha donde están “las tres cascadas”, con más de 80 metros de altura de caída de agua. La primera de ellas, San Ignacio – Los Pizarro, la ubica en el primer lugar entre los saltos de agua como el más alto del Norte argentino. Es una zona donde reina la naturaleza y donde todos los que practican senderismo se acercan a disfrutar de la exuberancia verde que cubre esta región con un secreto: la laguna cristalina que alimentan estas cascadas. Un tesoro en el Circuito Sur de Tucumán.

Más información: www.tucumanturismo.gob.ar

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