El hombre de sonrisa amplia y gesto nervioso era un recién llegado a la conducción de Delitos Económicos; desde una sugerencia del cronista respecto de cómo difundir no recuerda ya que cosa, lo creía digno de escuchar algunas revelaciones del interior de la fuerza; pero lo escuchado superó cualquier expectativa. “Che, loco, ¿cómo dieron tan rápido con el prófugo?”, suelta, sorprendido, el escriba por la premura de una detención que se anticipaba muy difícil, vinculada a un caso fuera del campo de acción del policía consultado; Alejandro Mercado contesta exagerando la satisfacción y golpeando con su puño la otra mano abierta. Delataba así el oprobioso método para obtener que el desafortunado preso descubriera a su cómplice. Nunca se percató de lo que había hecho. Informaba casi feliz que al “tipo” lo habían cocido a golpes. Como si la tortura fuera un recurso saludablemente a mano para obtener resultados con celeridad. Estrenando su nuevo alto cargo, el oficial se salía de la vaina por publicitar la eficacia policial.
Después su trayectoria se vuelve borrascosa. Lo que sigue es el relato de una alta fuente judicial.
Un par de años atrás, una banda de colombianos cometía delitos en distintos cajeros automáticos de bancos. El banco Macro era el destinatario de la mayoría de los delitos. Utilizando un sistema sofisticado para lo que se estilaba en esta plaza local, chupaban y copiaban tarjetas, echando mano también a cámaras de video estratégicamente dispuestas. De acuerdo a la fuente, Alejandro Mercado, máximo responsable de la oficina que debía perseguir y detener a los delincuentes bancarios, “les cortaba boleto”, “los tenía y no los agarraba”. Muy ofuscados, los banqueros acuden al propio gobernador Juan Schiaretti, sorteando al Jefe de Delitos Económicos, el que había mudado su función, de perseguidor a facilitador. Justicia y policía buscan, encuentran y detienen a 7 colombianos y 1 argentino. Todo, “puenteando” a Mercado.
Como es costumbre cada vez que un policía es descubierto en la comisión de delitos, al solo efecto de que las luces dejen de encandilar a la fuerza, se lo destierra. Al interior de la provincia fue a parar Mercado, cumpliendo funciones en Policía Caminera, pese a la sospecha de su accionar fuera de la ley.
Pasaron los años. Cambió la administración, sin que se modifique el color político. De las “penumbras” volvió Alejandro Mercado, elogiado en extremo por el nuevo ministro de Seguridad Juan Pablo Quinteros en el acto de asunción de nuevos jefes y subjefes, al encumbrarlo como “el Segundo” al mando más relevante.
Ahora, como espejo de aquel encubrimiento a la banda de los colombianos, el obstinado trabajo de un fiscal al que no controla el poder, Enrique Gavier, lo persigue penalmente por encubrimiento agravado en el accionar delictivo de una financiera y una banda de ladrones de celulares.
Lo curioso viene como epilogo. Para dar testimonio de rigor, el gobierno, apenas lo detienen por orden de la fiscalía, lo pasó a disponibilidad. Horas más tarde lo pasó a retiro. Consultando otras fuentes con amplio conocimiento del Derecho Penal, nos damos con que, si el investigado –en el caso que nos ocupa, Alejandro Mercado– fuera enjuiciado y condenado, no perdería la jugosa jubilación de SubJefe de Policía. En condición de “disponibilidad”, si el proceso judicial terminara en revés, perdería todos los beneficios; solo su cónyuge tendría derecho a un cuarenta por ciento del haber estatal.
Atando los cabos, el observador concluye en que, con el pase a retiro, lejos de perjudicarlo lo han beneficiado. Los interrogantes que se abren solo tendrán destino de retórica: En una fuerza que destila descrédito y malas prácticas, ¿a quién, a quienes se encubre beneficiando al corrupto oficial Mercado? ¿Ha vendido tan bien su silencio?
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