Una fiesta fue para Mery Murúa su debut como solista en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín. Nada de nervios, todo alegría. “Una sensación de mucha responsabilidad, y a la vez mucho disfrute, algo que a veces los escenarios grandes no me pasa porque me gustan los más chiquitos, cerca de la gente. Fue simplemente disfrutar, fue una celebración por el camino andado. También por cantar en este lugar que es un templo, un sitio donde el ritual de la música y la gente es posible, y donde convergen todas las provincias”, le confiesa a ENREDACCIÓN.
Fue parte de una noche donde los nuevos aires de la música de raíz sellaron el pulso que vive el género, y en la misma luna coincidieron José Luis Aguirre, Duratierra, Vislumbre del Esteko y Raly Barrionuevo con el proyecto Hermano Hormiga junto a Lisandro Aristimuño, entre otros artistas. “Estamos en un momento bisagra del folclore, donde empiezan a surgir nuevos nombres. Somos hijos de una generación que escuchaba a León Gieco, Mercedes Sosa, Chango Farías Gómez, por nombrar algunos. La representatividad que tenemos pasa por continuar con una estética que pone en valor a las nuevas creaciones, los nuevos poetas y músicos, aquellos que representan en sus obras, cosas de los tiempos que vivimos nosotros. Como artistas nos toca retratar un tiempo y un espacio, no ser sólo reproductores de música que tiene sus años. No es ir en contra de esa música, sino tratar de establecer un término medio, de respetar a los autores emblemáticos e interpretarlos, y también de dar lugar a las canciones nuevas y a las nuevas formas de construir carreras”.
Para los catorce minutos de la programación eligió Desmonte de Roberto Cantos, mitad del Dúo Coplanacu, Quiero ser luz de Daniel Reguera, y “El Arriero”, de Atahualpa Yupanqui, en el escenario que lleva su nombre.
Estamos en un momento bisagra del folclore, donde empiezan a surgir nuevos nombres. Somos hijos de una generación que escuchaba a León Gieco, Mercedes Sosa, Chango Farías Gómez, por nombrar algunos.
Además, piensa que folclore está viviendo un momento de mayor presencia femenina y que Cosquín estuvo en sintonía. “Está bueno que las mujeres tengamos un lugarcito, no se trata de tener un festival de mujeres solamente, pero sí que rote la energía femenina y los proyectos de mujeres”. Por ejemplo, en su misma luna tuvieron solidas presentaciones Luciana Jury y Charo Bogarín.
DE ACÁ
“El folclore cordobés está atravesando una de las etapas más proliferas, es un momento muy importante porque retrata otras aristas de la Córdoba interior, a la cual le faltaba esa representatividad. Hace mucho años atrás veía el Festival y me gustaba como los santiagueños ovacionaban a sus músicos y hoy eso se logra con artistas de Córdoba”, afirma. Uno de los que cosechó ese reconocimiento en la octava luna, fue su colega José Luis Aguirre. El compositor y guitarrista es de los pagos de Traslasierra y está afincado en el Valle de Paravachasca. Junto con Mery, nacida en Cruz del Eje en 1975, se afianzan como representes locales en el panorama nacional.
Lo de cordobés no está solamente en la partida de nacimiento, sino también en el sello de realización: “Antes parece que había que moverse a Buenos Aires, eso ha cambiado. Se puede apostar a la producción desde el interior y no perder la mística que te une al lugar donde naciste, y que eso se pueda trasladar a los hijos de una, que aprenden a querer el lugar donde viven. El desarraigo es una de la cosas más feas, no lo elijo, me gusta construir desde acá, en el lugar donde vivo”, dice metida en la pileta para no ser comida por los mosquitos. Está radicada en Unquillo y es mamá de Juan de 21 años y Violeta de 5.
El sentido de pertenencia también lo busca en el repertorio que elije para sus discos. “Me motivan temas con vivencias donde me siento representada o puedo entender de qué habla la cosa. Busco en las canciones cuestiones que me tocan en la vida diaria, pienso que si me llegan a una fibra es mucho más fácil de cantar, siento que me representan”. Por eso, para Sal, su último trabajo discográfico, tomó algunos clásicos del cancionero popular que aprendió en la infancia de la voz de las mujeres de su familia, su madre y sus tías. “En el camino, sobre todo al compartir con Horacio Burgos, me encontré con la artista que quería ser. Me siento cantora, que tiene que ver más con cómo una dice las cosas y desde dónde las dice. Me despojé del lazo de cantante para ponerme en otra posición, en ser cantora y expresar más en la interpretación que en la excelencia vocal”.
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