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Cultura

Jorge Marrale: “En un clásico hay verdad todo el tiempo, no hay que hacer esfuerzos para creer”

Cuando Jorge Marrale vio a Albert Finney en El Vestidor quedó fascinado por el trabajo del actor. No se imaginaba que treinta y cuatro años después lo convocarían para meterse en la piel del mismo personaje. Al recibir la propuesta aceptó sin dudarlo. Le entusiasman los desafíos y esta obra era uno grande.

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La pieza escrita por Ronald Harwood es un clásico del teatro y el cine que sigue girando por el mundo. Saberlo lo motivó. También le interesó tener que interpretar a un actor, “sobre todo uno con las características de Bonzo: shakesperiano, en un momento complejo y trascendental de su vida, haciendo una gira en el medio de la guerra”. Y que su personaje sea mayor que él en la realidad, fue otro plus, “pues era desafiante encontrar  no solo un comportamiento, sino una forma de pensar para este hombre”, le explica a Enredacción antes de arribar a Córdoba para presentar la obra.  A un año del debut en las tablas porteñas, llegan al Teatro Ciudad de las Artes.

En esta versión, Arturo Puig, se pone en la piel de Norman, el vestidor del despótico y, al mismo tiempo cariñoso Bonzo. “El laburo con Puig fue arduo, pero es un juego fantástico el que vivimos en escena. Arturo hace un trabajo maravilloso”. Completan el elenco Gaby Ferrero, Ana Padilla y Belén Brito.

Jorge Marrale y Arturo Puig en una escena de “El vestidor”. Foto Gentileza.

La obra comienza con un Bonzo dubitativo, no sabe si saldrá a hacer la función del Rey Lear, una situación que Marrale dice no atravesó nunca en su carrera. “Hay un momento en que estás tan conectado con la esencia del personaje, que ya está en vos como parte de tu sistema circulatorio. Lo que hay que hacer es acompañar desde la compresión y entrega a lo que te dicta el personaje. No me trae dificultades salir a escena, me trae satisfacción y espero el momento de entrar. De hecho, mi personaje entra intempestivamente, entonces entro con una energía muy alta y me da mucho placer”, y confiesa que para los estrenos el panorama es diferente: “la entrada es preocupante, más en la cabeza que la acción”. En este caso, El vestidor se estreno en mayo de 2018 en Buenos Aires.

Se reconoce un poco obsesivo, en particular cuando quiere acortar el plazo para comprender los aspectos de sus personajes. Por eso, en los primeros pasos de la construcción de Bonzo, durante los ensayos no soltaba la libreta donde anotaba cada una de las indicaciones de la directora Corina Fiorillo. Como actor, le gusta comprender en profundidad la mirada de quien lo dirige y también lograr entenderse con sus compañeros. “Por más que uno se entregue, siempre hay un tiempo de conocimiento. La anotación es para ver qué quieren los otros de mí para la obra. Vivo los ensayos con entrega, es el momento de prender las luces para alcanzar lo que se desea, es la parte creativa por excelencia. Es la materia del crecimiento, donde se desarrolla o fracasa. A veces es angustiante porque no se consigue lo que uno pretende y lleva tiempo. Aún con eso, sirve para transpirar verdad”.

¿Qué sea un texto con diferentes versiones, ayuda o complica?

Saber que grandes actores han hecho el personaje que me tocó, te pone en el desafío de esmerarte, no para ser mejor, igual o peor, sino alentado porque otros a quien vos admiras también lo hicieron. Siempre es un desafío tomar un clásico, entonces sí lo hicieron estos grandes, es un poco más. Es necesario trabajar con mucha concentración porque es un personaje complejo, con  idas y vueltas, que tiene que atravesar muchas situaciones, algunas graciosas otras dolorosas, entonces no tenés mucho tiempo para estar comparando. Por eso no quise ver otras versiones porque se te pueden pegar cosas, entrás en contradicciones con la forma que vos lo estás haciendo.

¿Por qué hay textos que se mantienen en el tiempo?

Los clásicos se sostienen en el tiempo porque son permanentes, son contemporáneos, no importa cuándo hayan sido escritos. Lo que trata Harwood en la obra sigue siendo actual y además está escrito de una manera magnífica. Cuando el vínculo entre los humanos está bien escrito, trasciende. Lo que te tiene que sostener es la verdad en cómo te conectas con tu compañero, desde qué lugar se conectan los roles. Lo que te sostiene en un clásico es que hay verdad todo el tiempo, no hay que hacer esfuerzos para creer. En última instancia, uno tiene que tener la suya con la verdad que está planteada. Con obras de esta naturaleza, lo que queda es buscar la excelencia. No hay otra forma de hacerla, si uno no se acerca de esa manera a la pieza, con la responsabilidad del actor de encarar esos personajes.

La obra habla del universo del teatro ¿cómo ves el argentino?

Es difícil hablar del universo del teatro, pero creo que el teatro argentino está muy vivo, más allá de la crisis y los impedimentos que atraviesa. Además, el público nuestro es teatrero, no sólo en Buenos Aires, afortunadamente. Le gusta el teatro y la ficción en general, ama a los actores y las actrices. Siento que siempre se dice que el teatro está en crisis, pero si incluso la humanidad está en crisis y siempre lo está. Lo cual nos permite reflexionar. Veo al teatro con vitalidad, camadas que renuevan, jóvenes actores que invaden, un circuito de teatro alternativo muy activo, se siguen abriendo salas en Buenos Aires. Y en las provincias, es bien recibido.

¿Qué tiene distinto el actor de teatro respecto de otros formatos?

La humanidad es la misma. Por supuesto que depende de lo que uno tiene que hacer, algunos trabajos son más complejos. Lo bueno del teatro es que se ensaya y el ensayo es materia prima, te hace desalojar lo que es insustancial, te hace ir a lo concreto. La televisión tiene menos tiempo, con lo cual a veces hay que recurrir a elementos propios. Hago los personajes con mi humanidad, entonces más allá de las características de un personaje, soy alguien predispuesto al trabajo. Me gusta representar, me gusta jugar, conectarme con los compañeros. Es esencialmente un oficio gozoso. Y cuando hay riesgo me atrae más, me coloca en el lugar de no estar tranquilo y cómodo, sino bucear, comprometer mis partes. Con el teatro me llevo muy bien desde siempre. El cine tiene algo que me atrae mucho. Últimamente siento que hay algo de mi compresión sobre la actuación que me acerca al cine de una manera distinta, lo voy entendiendo metabólicamente diferente.

PARA AGENDAR

La historia sucede en medio de un bombardeo, en la Inglaterra de la Segunda Guerra, y retrata las relaciones entre los miembros de una compañía shakespeariana, y en particular, la que mantienen el protagonista, un consagrado actor inglés con su fiel vestidor, Norman. En medio de bombardeos, de crisis de salud, de decisiones de continuar o no continuar con las funciones nos habla sobre los distintos tipos de amor

3, 4 y 5  de mayo, a las 21:30 horas, en la Sala Menor del Teatro Ciudad de las Artes, Av. Pablo Ricchieri 1955.

Calificación: +13

Duración: 90 minutos

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