Lara Carignano era fan de Los Nocheros y su favorito era Jorge Rojas. Una noche, cuando tenía 16 años, los salteños tocaron en su pueblo y ella persiguió la “combi”. Rojas bajo la ventilla para saludarla, ella de la emoción se olvidó que estaba comiendo un sándwich de miga y con el “Te amo” le escupió todo lo que tenía en la boca. Anécdotas como esa son las que Lara pone en escena. Primero lo hizo con Lara contate otra y ahora estrena Lara, dejá de actuar!
“A todas las personas nos pasan cosas así de atrapantes, pero solo algunas se detienen a memorizarlas y escribirlas”, le dice a ENREDACCIÓN días antes del estreno que será en el Teatro Real. Riéndose confiesa que tranquila no está: “Lo vivo con ansiedad, con adrenalina, con todo lo que te imagines porque es un unipersonal, si bien somos muchas personas trabajando, cuando subís al escenario estás sola”, confiesa desde su casa en Sierra Chicas. En la obra, además, de compartir sus vivencias desde el humor, canta y baila.
Nació en Laborde, la capital Nacional del Malambo, pero en su infancia las niñas todavía no zapateaban. “Ahora sí, hay campeonatos, es formal”, comenta quien aprendió la danza poniéndose al lado de los varones y copiando “las mudanzas”, como se le dice en la jerga. Se recibió de Profesora Nacional de Danzas Folclóricas en Buenos Aires y luego se volcó a la comedia musical. Sabía que en Capital Federal no encontraría la vida que anhelaba cerca de la naturaleza, así que dejó su departamento en la ciudad y se instaló en Mendiolaza.
Con su primer unipersonal Lara contate otra sumó temporadas consecutivas en Carlos Paz y ganó el Premio Carlos como Revelación Femenina 2020.
¿Cómo enfrentas el escenario sola?
Te soy sincera, da muchos nervios, el detrás de bambalinas da mucha incertidumbre, porque estás sola, tenés que recordar todas las partes y salir al escenario. Pero hay algo natural mío, una cuestión energética, amén del guion, de lo técnico, de todo lo que viene, que yo salgo y me doy cuenta que tengo una energía que envuelve a la gente. Eso me ayuda rápidamente a entrar en ese clima y que se genere el ida y vuelta con el público
¿Por qué poner tu vida en el escenario?
En las reuniones con amigos contaba cosas que me habían pasado, a todos les daban mucha gracia mis anécdotas y me pedían que las vuelva a contar, yo las repetía y las exageraba cada vez más. Entonces me empezaron a decir “cuándo vas a llevar todo esto a un escenario”, y yo pensaba “bueno algún día se va a dar”. Esto fue hace quince años atrás. Esas ideas empezaron a estar y un día con mi director teatral lo hablamos, a él también le parecía que si la gente se adentra en mis historias, si mi humor es lindo, porque no lo llevaba al escenario. Y empecé a escribirlo. Ahí me di cuenta que, por más que son historias mías, siempre en algún punto se reflejan en diferentes situaciones y en distintas personas. A lo mejor la anécdota es re básica, pero la forma de contarla es lo que le da mucha gracia.
“Cada historia tiene un porqué, no es escribir una historia porque sí”.
¿Son anécdotas que hacen la diferencia en la vida?
Sí, porque en muchas, a través de mis historias, estoy sanando. Por ejemplo, con la perdida de mis padres, que largo rato los lloré, hasta hablé de ellos desde el humor y me di cuenta que ya no los lloraba. Hay otra anécdota del agua potable: hice una lucha en mi pueblo porque no tenía agua potable, pasaba por mi vereda y por cuestiones políticas no llegaba. Cuando la conté, vino gente a hablarme y se empezó la lucha. También la maternidad, que la tengo a flor de piel con tres niñes pequeños. Cada historia tiene un porqué, no es escribir una historia porque sí, viene por algo que te hace sentir importante, te diferencia, te gusta.
¿Qué cambió en vos del primer show a este?
Hay un estado de maduración teatral y musical, si bien una nunca deja de aprender, sigo una búsqueda constante. Las canciones han mutado, antes hablaba más de la infancia y adolescencia, ahora hablan de la libertad de la mujer con ritmos movidos que me identifican. Escribí la obra en pandemia así que imagínate por todos los estados que pasé. Escribí humor en un momento tan terrible para la sociedad y para mí que estuve un año y medio sin trabajar, por eso siento que hay una maduración muy importante.
Bailás, cantás, actúas… ¿en el unipersonal de humor encontraste tu lugar?
Lo que me dio el unipersonal es que me doy el gusto de hacer todo lo que me encanta: hacer teatro, cantar canciones folclóricas, hacer intervenciones de danza folclórica, y también me gusta mucho el show. Lo que estoy haciendo es hibridarlo, juntando todo lo que amo y me cierra para transmitirlo, ensamblado en este unipersonal. Por eso digo no soy ni actriz, ni cantante, ni bailarina, soy artista. Puedo cantar, bailar y es genuino, es mi identidad, no porque quiera hacer por hacer muchas cosas, sino porque tengo una formación y una vivencia que hicieron que salgan juntas.
“La gente acepta que una mujer puede realizar un show de humor igual que un hombre, los que no lo aceptan son quienes hacen los eventos”.
¿Después del Premio Carlos te pusiste más exigente?
¡Sí! Una quiere mejorar la escenografía, el vestuario, la música, el monólogo. Si bien mejoró todo, hay un salto, y paralelamente tuve que relajarme, porque estoy transitando un camino recién de tres años como solista y dos fueron de pandemia. Tengo que entender mis tiempos, tampoco voy a ser súper reconocida. Primero me autoexigí y después me relajé para seguir en la búsqueda y trabajando.
¿Es difícil el camino del humor en Córdoba?
El tema de la mujer en el humor es lo que se plantea, estamos acostumbrados a que es de hombres. A mí siempre me han tratado muy bien e incluso me han contratado o consagrados, como Cacho Buenaventura, me han invitado al escenario. La gente acepta que una mujer puede realizar un show de humor igual que un hombre, los que no lo aceptan son quienes hacen los eventos. Es cuestión de dar la oportunidad, ahí falta abrir un poco más, está en proceso.
PARA AGENDAR
Viernes 22 de octubre, a las 21 horas, en la sala Carlos Giménez del Teatro Real, San Jerónimo 66.
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